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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Quieren que les crean

Renuncia a la violencia sin contrapartidas: ese es el paso que los de Otegi no acaban de dar

La expectativa creada en torno a la posibilidad de que el entorno de ETA pida públicamente la retirada de la banda sigue sin verificarse. El sindicato abertzale LAB (única organización legal de ese entorno) tenía un mitin el sábado en Pamplona y se había insinuado que podría ser la ocasión para un pronunciamiento significativo en tal sentido. No hubo tal. La principal dirigente del sindicato hizo la consabida apelación al derecho a decidir "sin violencias de ningún tipo ni injerencias", y reclamó el derecho a defender el programa soberanista "en igualdad de condiciones". Pero se abstuvo de decir que es la presencia amenazadora de ETA (que desde 1993 ha asesinado a 26 concejales y otros cargos de los partidos no nacionalistas) lo que impide esa igualdad de condiciones de todas las opciones.

Los papeles y susurros puestos en circulación por sectores próximos a la ilegalizada Batasuna aspiran a convencer de que ETA estaría dispuesta a renunciar a la violencia para favorecer el despliegue de la hoja de ruta diseñada por Otegi y compañía y plasmada en la resolución aprobada meses atrás por las asambleas de la izquierda abertzale. Que Batasuna pidiera públicamente a ETA que se retire sería una cosa nueva y buena. Confirmaría el acierto de la política antiterrorista actual, cuyos ejes son: la eficacia policial, la negativa a entablar negociaciones con la banda y la imposibilidad de participación electoral de su brazo político. Esa política ha hecho comprender a sectores de Batasuna que su vuelta a la legalidad depende de la retirada de ETA. Pero, por una parte, ETA no está convencida, como demuestran sus pronunciamientos y sus actos; por otra, Batasuna no ha renunciado a sacar ventaja de la retirada de la banda: hablan de un proceso "sin violencias ni injerencias", pero dando por hecho que ese proceso, según figura en sus papeles, es el de una negociación política al margen de las instituciones sobre el cambio de marco político, y cuyo desenlace sería la aceptación (en aras del fin de ETA) esencial de su programa: Navarra y la autodeterminación.

Este aspecto de la cuestión es soslayado por los dirigentes de Batasuna por dos motivos: porque su prioridad es convencer de sus buenas intenciones, en primer lugar, a los partidos independentistas no violentos, EA y Aralar, a los que necesitan para constituir el polo soberanista, futuro sujeto, junto a los sindicatos ELA y LAB, de esa negociación; y, como acaba de reafirmar el líder de Aralar, exigen para pactar un cese "unilateral y sin contraprestaciones" de la violencia.

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Pero lo soslayan también porque el ministro Rubalcaba les advierte cada semana de que no habrá participación electoral sin desaparición previa de la banda (o ruptura con ella si no consiguen convencerla), lo cual no es negociable. Que Batasuna pida a ETA que se retire sería una buena señal, y es absurdo contemplar esa posibilidad con alarma. Lo alarmante sería aceptar una negociación política a cambio.

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