El ataque a la flotilla humanitaria
No se puede permitir que la barbarie de un país llegue a los límites a los que ha llegado Israel. Por encima de cualquier objetivo nacional, está la condición humana, y es intolerable que bajo el pretexto de acabar con terroristas se permitan acciones que son, por lo menos, tan graves como cualquier acto terrorista.
No estamos juzgando ahora la política de Israel respecto a Oriente Próximo ni respecto a su posición con Palestina, sino que juzgamos una acción premeditada llevada a cabo por su Ejército contra civiles de otras naciones. No es excusa ninguna que los civiles estuviesen intentando entrar en Gaza o que pudiesen llevar entre sus pertenencias algún arma.
La comunidad internacional no se puede quedar parada ante un crimen de esta envergadura. Es necesario que Israel deje de tener esa aura de poder que tiene desde su creación como Estado después de la II Guerra Mundial. No debemos olvidar el Holocausto, y debemos enseñar a las próximas generaciones la historia para que no cometan los mismos errores; pero tampoco podemos ni debemos aceptar que Israel se imponga por el mero de hecho de ser Israel. Tienen que aceptar que no pueden tener ningún privilegio, puesto que para la construcción de una paz duradera en el mundo deben los países ceder y llegar a unas posiciones de acuerdo.
Es esta una ocasión única para la comunidad internacional de mostrarle a Israel que tiene que dejar de ser la potencia arrogante que es hoy en día, para convertirse en un Estado que quiera realmente la paz. Si Israel no acepta esto, nunca será posible una resolución pacífica del conflicto palestino, y de la relación de Israel con el mundo árabe.
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