Golpe de estado al reinado pop
Florence Welch deslumbra con su aparición telúrica en la clausura del Primavera Sound
Hay muchas aspirantes al trono de reina del pop y luego está Florence Welch, líder y razón de ser de Florence and the Machine. La suya fue una aparición telúrica en el arranque de la jornada de clausura del San Miguel Primavera Sound. Como una sibila pelirroja, surgió vestida con una túnica blanca para ofrecer un concierto que navegó entre la grandilocuencia del doble bombo y la emoción que resiste a ser definida. Y, por sorprendente que suene, funcionó. Y si lo hizo fue gracias a esa presencia suya, tan menuda, tan poderosa. Los medios británicos han ensalzado sus potencialidades y uno alcanza a comprender sus razones al verla extender un brazo y ¡paf! enardecer a una audiencia de miles de personas, entregada a la amplitud de sus registros vocales.
Van Dyke Parks se sentó al piano y extendió un billete para viajar
A las conquistas de la señorita Welch cabe añadir que lo suyo no era tarea fácil. ¿Cómo va a serlo tocar después del inasible recital que la leyenda del pop barroco Van Dyke Parks regaló (sí, la palabra es regalar) en la intimidad del Auditori? Todos los esfuerzos, grandes o pequeños, desplegados durante los tres días de un festival en el que actúan unas 200 bandas quedaron, por inútiles, relegados a la melancolía. Van Dyke Parks, veterano compañero de batallas de Beach Boys, se sentó al piano y extendió un billete a la audiencia, que no llenaba el recinto, para viajar por dos siglos de música estadounidense. Partimos de "las canciones sobre pollos" del siglo XIX para surcar la inagotable fuente de las esencias del sur de Faulkner y Eudora Welty, en el que Parks vio la luz del día un día de enero de 1943.
El tren paró en el pianismo romántico de Louis Moreau Gottschalk que, ¿cómo demonios no lo habíamos supuesto?, es su intérprete favorito de todos los tiempos; en el Tin Pan Alley; en el Vieux Carré de Nueva Orleans; y en sus propias aportaciones en los sesenta a la inmortalidad pop. Cantó, al frente de un soberbio cuarteto de cámara, a partir en barco, a los niños que no necesitan ser hombres, al modo en que sueña la lluvia sobre el tejado de un bungaló de Los Ángeles o al mero hecho de brindar por algo.
Y habló. Dijo: "No se puede ser más viejo que yo, pero jóvenes modernos, aceptar mi consejo: debéis aferraros a cualquiera de vuestros sueños". Dedicó un tema a su mujer y otro a la catástrofe del Prestige.
Y al final resultó inevitable. Desde alguien tan indispuesto como un descreído cronista hasta un tipo tan avezado como Jota, líder de la banda de Los Planetas, casi todos los asistentes a un concierto único hicieron esfuerzos inútiles por contener las lágrimas.
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