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Columna
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Esplendor

El otro día me di cuenta de que nunca he vivido una época de esplendor. Las épocas de esplendor me pillan a toro pasado. Sólo me entero de las crisis. Cuando en el 93 hablaban de recesión, yo me preguntaba: "¿Recesión de qué? ¿Para que haya una recesión no hace falta un tiempo de bonanza?". Se supone que el periodo fructífero había sido el de la Expo en Sevilla y las Olimpiadas en Barcelona pero el fenómeno "1992" me había pillado a desmano. No me había enterado de la fiesta pero sí tenía delante de mis narices la resaca, la crisis económica. Tres cuartas partes de lo mismo me pasa ahora, cuando ya llevamos recorrido un buen tramo de decadencia. Para decaer hay que subir y tampoco me había pispado del boom del que veníamos. Tal y como están las cosas, la realidad se me hace un poco cuesta arriba. Y pienso que "cuesta arriba" es una expresión horrible, porque su opuesto es "cuesta abajo", que también tiene connotaciones negativas.

Es posible que mi visión pesimista tenga que ver con el hecho de dedicarme al cine, que como sabrán ustedes, es un sector en permanente crisis. Cuando ahora oigo batallitas de compañeros de equipo más mayores que yo en las que me cuentan que las películas de antes se hacían con más tiempo y más medios, vuelvo a preguntarme por qué no nací en otra época o en otro lugar donde por lo menos hubiera podido disfrutar de un instante de esplendor. Lo mismo pasa cuando trabajo en publicidad: las pocas veces que sucede me dicen que son otros tiempos, que se gasta menos dinero, que ya no existen los rodajes de presupuestos holgados y recursos ilimitados. Me acuerdo de que un candidato presidencial, en unas elecciones generales, decía en los mítines que él estaba con los artistas, pero con los que su arte consiste en madrugar y llegar a fin de mes. Poco sabía este individuo de lo que es trabajar en el cine, posiblemente una de las profesiones donde más se madruga (al nivel de los panaderos, seguro). Y de llegar a fin de mes mejor ni hablamos.

Mi fatalismo puede ir más allá y llego a pensar que el tópico de que la crisis agudiza el ingenio y las épocas de recesión son fértiles para la creatividad es una pamplina, porque yo no veo que ahora mismo esté surgiendo una generación del 98 o una Bauhaus. Es como el cliché estúpido de que el humor es "la mejor receta contra la crisis". No puedo con esa afirmación, me pone enfermo. El humor no es una herramienta, ni nada utilitario, ni es mejor en unas épocas que en otras. Es cierto que tomarte las cosas a coña a veces ayuda pero una risa tiene el mismo valor si tienes empleo fijo o si estás en el paro, si tienes beneficios o deudas.

A pesar de todo lo dicho, me considero una persona optimista. Quizás tiene que ver con el hecho de que nunca he conocido una época de esplendor, por lo que pienso que todo esto sólo puede mejorar.

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