El principio de los seis ojos
La ministra de Familia alemana, Kristina Schröder, ha hablado del "principio de los seis ojos" para referirse a una de las normas que formarán parte de unos estándares mínimos que se van a aplicar en todos los colegios para evitar la violencia sexual. El Gobierno de Angela Merkel creó en abril una conferencia sobre agresiones en las escuelas, que en junio debe pronunciarse a propósito de un protocolo que deberá servir de guía para limitar al máximo todos esos abusos que han saltado a la luz en los últimos tiempos y que han manchado el prestigio de las instituciones educativas de Alemania.
Lo de los seis ojos quiere simplemente decir que hay situaciones en que conviene evitar que los ojos de un alumno se encuentren a solas con los ojos de un maestro, no vaya entonces a producirse el abuso. Que haya otra mirada, por si acaso. De eso se trata: de poner dos adultos en aquellas situaciones en las que uno solo podría tener la tentación de propasarse. Hay lugares, en cualquier caso, en que los educadores sobran del todo. Por ejemplo, en las duchas.
En marzo salieron a la luz en Alemania los abusos en el coro de voces blancas de Ratisbona, que dirigía el hermano del papa Benedicto XVI. Luego se supo que, cuando este último era obispo en Múnich, la Iglesia amparó a un cura pederasta. En abril, 40 denuncias mancharon a un colegio laico de Odenwald, y también se habló de un centenar de abusos en el colegio católico de Ettal. Ahora han sido los jesuitas quienes han puesto en cifras su vergüenza tras una larga investigación: 46 agresores y al menos 200 víctimas en distintos colegios de la orden.
Tiene sentido haber puesto en marcha esa conferencia, que decidirá sobre el protocolo, publicará un informe y seguirá trabajando hasta 2011. La buena voluntad y la lógica de algunas medidas, el principio de los seis ojos y apartar a los mayores de las duchas de los menores, chocan sin embargo con una realidad deprimente. La falta de transparencia en torno al sexo y el clima cerrado y lleno de prejuicios de tantas familias impiden con frecuencia que la víctima se atreva a denunciar el abuso. Y el mal permanece y los agresores sortean cualquier escollo. La batalla va a ser larga y difícil.
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