España, desde fuera
Martes, 25 de mayo. Al llegar a la oficina, abro la página de Bloomberg y en la pantalla de resumen de noticias hay tres hablando de cómo los problemas en España están socavando los mercados internacionales, así como de los problemas de la subasta del Tesoro. Esa misma tarde recibo en mi correo electrónico una nota de Bank of America-Merrill Lynch, enviada a todos sus clientes, sobre la situación de nuestras cajas y las intervenciones del Banco de España; en la nota se evalúa también, aunque con brevedad, la situación de nuestra economía. Cada mañana recibo una nota, elaborada por el mismo banco para sus clientes, titulada "La Periferia de la Eurozona", donde se ofrecen las noticias económicas más importantes de los llamados PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España) y donde en la del martes se informa de las declaraciones del líder de CC OO sobre la posibilidad de una huelga general. No hace mucho Bill Gross, el gestor del gigantesco fondo Pimco, en una nota a sus clientes, utilizaba a España para criticar a las agencias de calificación, que mantenían la máxima nota, AAA (o AA en el caso de S&P) sobre nuestro país a pesar de los malos datos económicos, con una deuda que se negocia a niveles de Baa (varios escalones por debajo de la máxima nota), y afirmaba que el destino de nuestro país "dependía cada vez más de la generosidad de la UE y el FMI para su rescate", siempre según Bill Gross. Esos análisis carecen de profundidad y vaya por delante que muchos de ellos afirman que hay aspectos de nuestra economía que no son tan malos como generalmente se cree. Desafortunadamente, esto es cada vez menos relevante. Un mercado con una creciente aversión al riesgo, como demuestra la subida de los índices de volatilidad, no es el mejor entorno para la evaluación pausada de los fundamentales de nuestra economía y la prima que los inversores pagan en los contratos de seguros de impago de deuda (CDS) para cubrirse de una posible quiebra del Estado español subía ese martes más de un 20%.
El análisis del Gobierno sobre la crisis era erróneo, como también lo es la política de comunicación
Mucho de esto, cansa repetirlo, se debe a la divergencia en el análisis de la crisis que había entre el Gobierno y el mercado. Es cierto que la profundidad de la crisis ha sido sorprendente, pero también lo es que ésta mostraba de forma dramática, y desde el principio, el fin de un determinado modelo de crecimiento. Atacar la crisis necesitaba, también desde el principio, del tan repetido programa de reformas estructurales, precisamente para fijar expectativas en torno a un modelo de crecimiento más sano y equilibrado que el anterior. La crisis requería de una expansión fiscal inicial para contrarrestar la crisis de demanda privada y de un programa para garantizar un futuro crecimiento que no se basase sólo en la recuperación cíclica. El Gobierno pensó que la crisis sólo requería medidas fiscales, expansivas o contractivas dependiendo del momento, y no medidas de otro tipo. Y esto ha generado una falta de confianza entre los inversores, que no veían cómo en ausencia de reformas se iban a generar las tasas de crecimiento consistentes con una eventual estabilización fiscal.
Como el análisis era erróneo también lo era la política de comunicación. El mercado, implacable cuando la opinión de consenso difiere de la que tienen los gestores de la cosa económica, castiga nuestra deuda. El Gobierno responde a su vez con duras medidas de ajuste fiscal en un intento de transmitir solvencia pero incluso aquí hay errores cuando se lanzan propuestas para retirarlas a la menor presión política en contra, incluso aquellas ya reflejadas en el BOE, como demuestra el patético sainete de esta semana en lo que se refiere a la financiación municipal. Todo esto mina la confianza de los inversores internacionales y también de los olvidados tenedores nacionales de nuestra deuda, que -¿hay que recordarlo?- no tienen por qué continuar invirtiendo en la misma. Es importante recuperar la confianza con la elaboración de un plan económico detallado, con calendario parlamentario incluido, que permita vislumbrar una senda de crecimiento posible. Cuanto antes mejor.
Tano Santos es director de la cátedra Franklin Pitcher Johnson, Jr. de Finanzas y Economía de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia e investigador de FEDEA.
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