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Obama y Calderón se unen contra la ley antiinmigración de Arizona

El presidente de EE UU vigilará su aplicación y el respeto a los derechos humanos

Antonio Caño

Modesta en otros logros, la cumbre entre los presidentes de Estados Unidos, Barack Obama, y de México, Felipe Calderón, tuvo al menos la virtud de poner en evidencia el grave perjuicio que la reciente ley de Arizona contra la inmigración ilegal ha provocado en las relaciones y la convivencia entre los dos países vecinos. Ambos presidentes calificaron esa ley de discriminatoria y abogaron por su anulación.

"No se puede criminalizar la inmigración, por eso rechazo firmemente la ley de Arizona", dijo Calderón en la conferencia de prensa conjunta celebrada después de las conversaciones. Obama coincidió en que esa legislación, uno de los principales puntos de fricción de la política estadounidense en este momento, puede ser un instrumento para intimidar a la población hispana, que representa casi la totalidad de los inmigrantes indocumentados en el sur de Estados Unidos.

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"La ley de Arizona tiene el potencial de ser aplicada de forma discriminatoria, tiene el riesgo de que cualquiera que pueda parecer un inmigrante ilegal pueda ser molestado o detenido", manifestó el presidente norteamericano, asumiendo el riesgo de contradecir la opinión de una mayoría de ciudadanos estadounidenses que, según las encuestas, están a favor de la ley.

Obama dijo entender el punto de vista de esos ciudadanos que, preocupados por los problemas de marginación y violencia que frecuentemente se vinculan con la inmigración ilegal, respaldan medidas drásticas como la de Arizona. "Esa ley expresa de alguna manera la frustración por el fracaso del actual modelo migratorio. Yo comparto esa frustración y por eso defiendo la necesidad de una ley nacional sobre inmigración que permita una regulación ordenada y segura de nuestras fronteras", declaró Obama.

Mientras tanto, el presidente norteamericano afirmó que su Gobierno se mantendrá atento a la forma en que se aplique la ley de Arizona, particularmente en lo que pueda afectar al respeto a los derechos humanos. Obama ha encargado al fiscal general un informe sobre el desarrollo de los acontecimientos en ese Estado, y es probable que a corto plazo su Administración anuncie medidas para intentar bloquear la ley en los tribunales de justicia.

El debate sobre esa ley de Arizona y sus repercusiones nacionales es ya uno de los asuntos que ocupan la atención ante las elecciones legislativas de noviembre. Obama, que denunció la arbitrariedad de la ley desde el primer momento, defiende ahora la urgencia de una legislación nacional que impida a los Estados actuar por su cuenta.

Los demócratas ya presentaron hace días en el Senado un primer borrador de ese proyecto, pero carecen de los votos que necesitan para sacarlo adelante. Obama reconoció ayer que, sin algunos votos republicanos, no podrá aprobarse una nueva ley migratoria. "Necesito ayuda", dijo el presidente.

La tiene, y más que nunca, de parte de numerosas organizaciones pro inmigrantes que han puesto en marcha, a raíz de Arizona, una movilización sin precedentes. Sienten que está en juego aquí el futuro de la comunidad hispana en Estados Unidos.

Por el lado contrario, Sarah Palin ha tomado el caso de Arizona como su mayor bandera estos días. A través de Twitter y Facebook, sus principales medios de comunicación, la antigua candidata republicana a la vicepresidencia trata de ganar respaldo para una reacción nacional de apoyo a Arizona, mediante la compra de productos de ese Estado y los viajes a su territorio.

Arizona oscureció otros aspectos de la reunión entre Obama y Calderón en los que apenas hubo avances. El presidente norteamericano compartió la preocupación por la violencia fronteriza y prometió ayudar, pero no se anunciaron medidas significativas. La violencia es una de las principales causas de la tensión existente en el sur. Los norteamericanos de los Estados fronterizos ven a México como un país ingobernable dominado por los carteles del narcotráfico y temen que eso acabe extendiéndose a este lado del río Grande.

La primera dama de EE UU, Michelle Obama (derecha), y la de México, Margarita Zavala, en una escuela de Maryland.
La primera dama de EE UU, Michelle Obama (derecha), y la de México, Margarita Zavala, en una escuela de Maryland.REUTERS

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