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AL CIERRE
Columna
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Una escuela de barrio

El abuelo de mi padre fue profesor de la Escuela Moderna en la Zona Franca. Refugiado político, huido de su Cartagena natal, se pasó toda la vida -hasta 1938, cuando murió- enseñando a leer a los hijos de los obreros de aquella periferia. Años después, su nieto se encontró con el dilema de buscar colegio para este que les habla. Cerca de casa no había muchas opciones. Los hermanos maristas -instalados en el otrora republicano Lluís Vives de Sants- tenían fama de pegones. Así pues, decidieron matricularme en la escuela Montessori de La Torrassa.

El otro día, hablando con el director de cine Óscar Aibar, descubrimos que ambos habíamos ido de niños a ese centro. Y con la nostalgia, ante una buena sobremesa, nos dio por recordar. Entonces la formación era un privilegio al que nadie quería renunciar. Incluso, en algunos casos era una declaración de principios. Por ejemplo, el Montessori ya tenía clases mixtas -a mediados de los sesenta-, y se impartía el catalán. Su directora -la señora Teresa Navarro- había sido docente en tiempos de la II República y alumna de la propia María Montessori, la pedagoga italiana que preconizaba una educación sin castigos. Así, tras años de marginación por las autoridades franquistas, en 1952 pudo abrir un pequeño parvulario que -en 1961- se convirtió en colegio. Allí quizá no nos pegaban tanto como en los maristas, aunque aún estaba vigente aquello de que la letra con sangre entra. Pero nos enseñaron que la cultura es un raro tesoro que sólo se obtiene con esfuerzo; y que el respeto hacia el maestro es fundamental para construir una sociedad civilizada.

Aunque ambos coincidíamos en la imagen gris de aquellos años, descubrimos que guardábamos un sentimiento de ternura y de cariño hacia un lugar donde se nos enseñó a ser ciudadanos en tiempos difíciles. Quizá la actual degradación de la enseñanza sea resultado de la inercia, que olvida el esfuerzo que supuso en aquellos años dar clases, a pesar de no contar con la colaboración de la dictadura, cuando nuestros padres nos repetían: "Estudia hijo, no seas un burro como yo".

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