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Octavo festejo | Feria de San Isidro

El Cid sigue siendo la esperanza

Antonio Lorca

Se dice, quizá con razón, que Manuel Jesús, El Cid, que torea hoy en Las Ventas, atraviesa una mala racha; que ya no es la figura indiscutible y el diestro poderoso que deslumbró a todos, y que su muñeca zurda -milagrosa- perdió sensibilidad. Se dice, quizá con razón, que a Manuel Jesús le ha cambiado el semblante, y que la tristeza que denota su cara es el fiel reflejo de una impotencia que le ha atenazado el sentimiento.

Es verdad. El torero sevillano ha perdido alegría. Se le ve desconfiado, inseguro e incómodo en la cara del toro. Su paso por la Feria de Abril le ha supuesto un esfuerzo titánico para borrar ese rictus de melancolía.

Y se desatan los rumores, supuestamente infundados, sobre las razones que aturden la cabeza del torero y le impiden rendir al nivel exigible. Las intimidades las conocerá El Cid, y nadie tiene derecho a hurgar en ellas. Pero la pregunta es obvia: ¿por qué El Cid no parece el que ha sido?

El torero puede estar orgulloso de su trayectoria. Surgió de la nada -repartía leche del día procedente del pequeño negocio familiar-, y su humilde origen nada tiene que ver con dinastía taurina o la guapeza del corazón. Sólo era, y nada menos, un hombre con una ilusión. Y se forjó en las plazas de pueblo del Valle del Tiétar, ante el terror del toro grande y la escasa pericia del joven aspirante a la gloria. Seis temporadas, seis (1994-2000) duró su etapa como novillero. Larga travesía, sólo comprensible en quien carece de padrino influyente.

Se doctoró en Madrid el 23 de abril de 2000. Dos años más tarde, lidia su primera corrida de Victorino Martín en Bayona y corta los máximos trofeos. Se consagra en Sevilla en 2005, y en esa feria sale dos veces por la Puerta del Príncipe; después, abriría por partida doble la Puerta Grande de Madrid. Y llegaría la consolidación, y aquellos seis victorinos en Bilbao en 2007; y otras dos salidas a hombros en Sevilla.

Y todo, con un reconocimiento siempre en entredicho.

¿Cansado? Tal vez. ¿Preocupado por lo que tiene que perder? Quizá. O es que sólo es un hombre, con sus buenas y malas rachas, como ocurre a todos.

Sea como fuere, posee la moneda y puede cambiarla. Por eso, sigue siendo la esperanza.

Manuel Jesús, <i>El Cid,</i> en la plaza de La Maestranza, en Sevilla.
Manuel Jesús, El Cid, en la plaza de La Maestranza, en Sevilla.GARCÍA CORDERO

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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