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PUNTO DE OBSERVACIÓN | OPINIÓN
Columna
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El euro, garantía de paz

Soledad Gallego-Díaz

El apoyo concedido finalmente a Grecia por parte de la UE ha sido lastimosamente lento y es, según los sondeos publicados en Alemania, muy impopular: un 86% de los encuestados se ha pronunciado en contra. Curiosamente ha sido el viejo democristiano Helmut Kohl quien ha salido al paso de ese malestar de la opinión pública alemana con una regañina formidable. "No entiendo el debate actual sobre Grecia. La gente está actuando como si Grecia no tuviera nada que ver con ellos", se irritó Kohl, más preocupado que los actuales líderes de su país por explicar a la ciudadanía alemana lo que está pasando y las repercusiones que puede tener para ellos mismos el formidable envite europeo de las últimas semanas.

La deuda pública de muchos países europeos viene, en parte, de haber ayudado a salvar al sector privado financiero

El ex canciller, que celebró su 80 cumpleaños en una fiesta con 800 invitados, entre ellos su sucesora, Angela Merkel, no ocultó su enfado por los rumores sobre la viabilidad del euro, que calificó de "garantía de la paz". Merkel se apresuró a justificar su lenta reacción: "Un buen europeo no es necesariamente el que ayuda más rápidamente. Un buen europeo es el que respeta los tratados y ayuda de manera que no dañe la estabilidad del euro", se defendió. La opinión de su antiguo mentor quedó clara: ni la nombró en su discurso.

El mismo desagrado expresó pocas horas antes otro de los grandes creadores de la Unión Europea, el francés Jacques Delors: "La Unión tiene los mecanismos necesarios para hacer frente a esta crisis. Lo que le falta es voluntad y espíritu de cooperación", lanzó el ex presidente de la Comisión Europea, extrañamente furioso dada su tradicional frialdad.

Por si se nos ha olvidado, el proyecto de la Unión Europea es lo mejor que le ha pasado a Europa en muchos siglos de historia, y lo que ha ocurrido en este continente en los últimos 60 años no es algo por lo que estar avergonzado, sino algo por lo que sentirse asombrado, agradecido y orgulloso. Algo por lo que seguir pensando y actuando. Ahora que está tan de moda mirar a Europa con desdén y depresión, no estaría de más levantar la cabeza y mirar alrededor. ¿Qué sociedades son más democráticas que las de la Unión Europea? ¿Cuáles más justas? ¿Cuáles más igualitarias, esa idea ahora enterrada por la izquierda bajo una avalancha de cascotes, como si fuera una maldición en lugar de un anhelo de sociedades avanzadas? ¿Quiénes son más generosas a la hora de ayudar a los países en desarrollo en todo el mundo? Y cuando llegue el previsible y siempre peligroso encontronazo entre los dos grandes superpoderes, Estados Unidos y China, ¿quién podrá estar ahí, más allá del poder militar, con un modelo propio que presentar y defender, mezcla de libertad y Estado de bienestar?

¿Tenemos que convencernos de que nada de eso vale? Es verdad que los europeos somos únicos para empujarnos hacia las crisis. Verdad que hay muchas cosas que tirar rápidamente a la basura, pero sería absurdo creer que la salida pasa por destruir o banalizar nuestro modelo. Es tarde para ese giro, no sabremos hacerlo y, sobre todo, estas sociedades han demostrado, una y otra vez, que no quieren transformarse en otro tipo de colectivos.

Y por si acaso también se nos ha olvidado, no estaría mal recordar de dónde viene esa enorme deuda pública que padecen muchos países europeos y que los mercados financieros están ahora penalizando sin piedad, no sólo en Grecia, sino toda la UE. Viene, en buena parte, de haber ayudado a salvar al sector privado financiero. "Por cada euro extra de deuda pública existe un euro de deuda privada que ha sido sostenido o asumido por el Gobierno de ese país", explica Paul De Grauwe en su blog del Collegio Carlo Alberto, de la Universidad de Turín.

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