Amenazas terroristas en EE UU
Decir que Estados Unidos es blanco prioritario del terrorismo global, esto es del terrorismo directa o indirectamente relacionado con Al Qaeda, constituye un tópico poco revelador en sí mismo del problema que dicho fenómeno supone actualmente para los ciudadanos y las instituciones norteamericanas, incluso dentro de las propias fronteras de dicho país. Para ir más allá de ese tópico y valorar en su debido contexto el fallido atentado del pasado sábado por la tarde en uno de los lugares más concurridos a esas horas de Nueva York, interesa conocer cuáles son las tendencias recientes de la amenaza del terrorismo yihadista en el territorio estadounidense, en el marco de la cual es verosímil que se inscriba ese hecho. En primer lugar, por lo que se refiere a los antecedentes inmediatos que permiten apreciar su evolución. En segundo lugar, en lo que atañe a la naturaleza de esa amenaza y a los actores implicados.
Así, importa recordar que el número de incidentes relacionados con el terrorismo yihadista contabilizados en Estados Unidos durante el pasado año, al menos 10, no tiene precedentes. Además de lo ocurrido el día de Navidad, cuando una aeronave de pasajeros que culminaba un vuelo transatlántico estuvo a punto de ser destruida en su aproximación al aeropuerto de Detroit por un joven islamista radical de nacionalidad nigeriana, hubo planes para atentar contra sinagogas de Nueva York, una base de la Guardia Aérea Nacional en ese mismo estado, un edificio de oficinas en Dallas y unos juzgados en Springfield (Illinois). También se estuvo preparando un atentado suicida en el metro de la ciudad de Nueva York y hubo dos ataques con armas de fuego, que ocasionaron la muerte a una persona en dependencias militares de Little Rock y a 13, en noviembre de 2009, en Fort Hood.
En conjunto, esos incidentes revelan las dos principales fuentes de la amenaza que el terrorismo global plantea actualmente en el suelo de Estados Unidos. En relación con ellos y otras actividades terroristas han sido detenidos o identificados individuos, autóctonos y foráneos, radicalizados a partir de su condición musulmana de origen familiar o al hilo de su conversión. En unos casos se sabe que actuaban aisladamente o constituían células independientes, sólo inspiradas por Al Qaeda. En otros, sin embargo, seguían órdenes de Al Qaeda, de una extensión territorial de esta estructura terrorista denominada Al Qaeda en la Península Arábiga o de grupos asociados con Al Qaeda como el paquistaní Lashkar e Toiba o el somalí Al Shabab. Es decir, se trata de una amenaza dual, que procede tanto de individuos y células independientes surgidas en el interior como de entidades transnacionales localizadas en el exterior.
Y es que ni Estados Unidos es inmune al llamado homegrown terrorism o terrorismo de formación endógena, si es que alguna vez lo fue, como muchos analistas han sostenido al comparar la situación norteamericana con la europea, ni la amenaza del terrorismo yihadista en territorio norteamericano procede principalmente de individuos y células independientes, como igualmente se ha afirmado. El peligro es mayor, si nos atenemos a la magnitud y consecuencias de posibles atentados, cuando existen conexiones con Al Qaeda y otras organizaciones insertas en la actual urdimbre del terrorismo global capaces de ofrecer dirección, adiestramiento y recursos. Al escenario más inquietante, el verdaderamente capaz de poner a prueba la resiliencia de la sociedad estadounidense, se refirió hace pocas semanas el presidente Barack Obama, cuando aludió a los desafíos del terrorismo nuclear.
Fernando Reinares es investigador principal de terrorismo internacional en el Real Instituto Elcano y catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos.
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