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Columna
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El reparto de la austeridad

Joaquín Estefanía

El jueves se juegan en Gran Bretaña algunas cuestiones que trascienden el clásico juego electoral: si la socialdemocracia europea queda enquistada en el reducto de la península Ibérica (lo cual dependerá de quién gana los comicios en número de votos y escaños y, sobre todo, de quién ocupa finalmente Downing Street); y segundo, el tamaño, la velocidad y el reparto del severo ajuste económico en un país en el que sus ciudadanos han experimentado con gran rapidez la pérdida de bienestar. Ambos asuntos trascenderán las fronteras del Reino Unido.

Dos son las controversias que han sobresalido en la campaña: la crisis económica y las posiciones de los partidos ante ella, y la reforma electoral en un país en el que la ciudadanía parece dividirse hoy casi exactamente en tres tercios, rompiendo la tradicional hegemonía de laboristas y conservadores. La coyuntura en la que se va a votar es especialmente mala: una contracción del PIB de alrededor del 6% en el ejercicio anterior y un levísimo crecimiento del 0,2% en el primer trimestre de 2010; un paro del 8% de la población activa; un déficit público muy cercano al 12% del PIB; y una deuda pública superior al 60%, y que ha crecido 25 puntos en los dos últimos años.

Los tres candidatos británicos han ocultado el detalle de los sacrificios que hay que hacer
Hay numerosos ejemplos de Gobiernos que ganan en la recesión y pierden en periodos de expansión

Hace unos meses, el debate económico en Gran Bretaña estaba en si había que mantener más tiempo los estímulos públicos para salir de la recesión o había que combatir ya los desequilibrios macroeconó-micos fundamentales; durante la campaña electoral la polémica dio un salto cualitativo: los tres partidos se centraron, básicamente, en las recetas para disminuir el déficit y la deuda, mirando de reojo lo que estaba ocurriendo en Grecia y su capacidad de contagio sobre otros países con problemas de la misma naturaleza. Y lo hicieron en términos muy generales, sin que ninguno haya descendido al detalle en la combinación de aumento de impuestos y reducción de gastos necesarios para devolver al país a la senda del crecimiento sostenible, tras casi tres años de crisis financiera muy aguda (con los principales bancos nacionalizados), y profunda recesión: qué impuestos se van a subir, en qué proporción a cada clase social y a qué ritmo; qué servicios sociales se van a reducir (transportes públicos, infraestructuras, sanidad, pensiones, educación, desempleo, salarios públicos...) y a quiénes va a perjudicar. En este sentido, el jueves se va a votar en una especie de fraude democrático: ninguna formación ha descubierto sus cartas, temiendo la reacción de los votantes.

La evidencia no concluye de modo automático que las crisis económicas favorezcan siempre al partido de la oposición, del mismo modo que el crecimiento no siempre es garantía de permanencia en el poder. En el voto influyen otros elementos como, por ejemplo, la ideología de los ciudadanos: la ideología determina el voto y, al tiempo, condiciona la manera en la que los votantes valoran la situación de la economía (véase el Informe sobre la democracia en España 2010, de la Fundación Alternativas, de próxima aparición). Los sociólogos José María Maravall y Adam Przeworski han escrito que los votantes parecen elegir, por las razones que sea, apoyar al Gobierno o a la oposición, y sólo después eligen argumentos que sostengan su decisión.

Felipe González ganó las elecciones de 1993 en medio de una profunda recesión económica, perdiendo en 1996 cuando la economía ya se había recuperado; casos parecidos son la derrota de Jacques Chirac, en Francia, en 1988; la victoria de Gerhard Schöder en Alemania, en 2002; la victoria de John Major en el Reino Unido en 1992 y su derrota en 1997, etcétera. Todos ellos son ejemplos de derrotas en momentos de expansión económica y victorias en tiempos de crisis. Todo dependerá de la opinión de los ciudadanos acerca de cómo se abordó la crisis, la eficacia y la distribución de las decisiones, la capacidad de liderazgo... Pero también de otros aspectos como la atribución que los votantes hacen de las responsabilidades de lo sucedido y, lo que es central, de la credibilidad que tiene la oposición para mejorar la acción del Gobierno que ha habido hasta la convocatoria de elecciones. Hay veces que han preferido lo malo conocido que lo oculto por conocer. Veremos qué ocurre el jueves.

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