Duros de roer
Es muy dura la vida del artista. La de Moreno, Urdiales y Aguilar está labrada en tardes de toros grandes y billetes pequeños; de toros ásperos y despachos exigentes; pero, quizá, es el sino del torero valeroso y técnico, ayuno de pellizco y andares jaracandosos. Los tres, auténticos matadores de toros, están destinados a bailar con la más fea.
La corrida de ayer, en líneas generales, fue dura de roer. Toros de enorme presencia, pitones como agujas, listos, poderosos y fieros. No ofrecieron dificultades insalvables, pero, con la excepción del noble sexto, todos distaban mucho del toro bobo que exige el toreo actual.
El primero derrochó genio y bronquedad, siguió los engaños con codicia, pero exigía un torero heroico y poderoso a su lado; el segundo y el cuarto hicieron una brava pelea en el caballo. Ambos acudieron de largo, apretaron con fuerza y derribaron con estrépito, y los dos mantuvieron el tipo en el tercio final con un punto de sosería. El tercero se vino abajo; el quinto derrotó en demasía, y sólo el sexto dejó estar al torero con la necesaria dosis de tranquilidad.
SEGOVIA / MORENO, URDIALES, AGUILAR
Tres toros de Carmen Segovia, -otros tres, rechazados en el reconocimiento- bien presentados, ásperos y sosos; segundo y cuarto, bravos en el caballo; y tres, del Conde de Mayalde, serios y astifinos; primero, con genio; soso el quinto y noble el sexto.
José Luis Moreno: dos pinchazos y estocada -aviso- y dos descabellos (ovación); dos pinchazos, -aviso- casi entera, dos descabellos y el toro se echa (silencio).
Diego Urdiales: estocada -aviso, segundo aviso- y tres descabellos (ovación); pinchazo (silencio).
Sergio Aguilar: estocada (silencio); estocada (petición y vuelta).
Plaza de las Ventas. Tercera y última corrida de la Feria de la Comunidad. 2 de mayo. Casi lleno.
¿Y los toreros? Valientes, voluntariosos, respetabilísimos... Pero están situados en un escenario complicado. De entrada, no son unos virtuosos, y el toreo moderno exige calidad y, en caso de ausencia, poder. Es decir, están en la disyuntiva entre la clase y el mando. Y ambas cualidades no admiten zona intermedia. Mejor dicho: la admiten, pero es el tedio. Y otro problema: cuando no hay calidad se suele recurrir a la cantidad, craso error.
Ahí está el caso, por ejemplo de José Luis Moreno, que lo da todo. Su gran mérito es su férrea voluntad, pero su primer toro, fiero y dificultoso, pedía a gritos un poderío que el torero no supo ofrecerle. Es verdad que le robó algunos naturales estimables, lo que repitió ante el soso cuarto, pero abusó de la cantidad y quedó la impresión de que a su labor le faltó poso y peso.
Algo parecido le ocurrió a Diego Urdiales, referente de torero honesto que lo da todo frente al toro, pero estuvo muy pesado en un desmedido afán por agradar. Tanto, que el quinto, aburrido, se echó hasta dos veces antes de que montara la espada. Se gustó en una tanda de naturales ante el tercero y se acabó.
Pronto acabó la labor de Aguilar frente al tercero, el más descastado del encierro, y se mostró irregular ante el noble sexto; sólo destacó en una tanda de derechazos y algunos pases sueltos. Ay, el problema de la calidad... El presidente le negó la oreja. Le hubiera venido bien pero tampoco le hubiera abierto las puertas de la gloria. El sino de los tres es el que es.
Babelia
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