_
_
_
_
_
Reportaje:

La calle es nuestra

Miles de ciclistas toman el centro de la ciudad con La Criticona, una cita anual exportada de Roma para abrir paso a la bici

Pilar Álvarez

En mitad del paseo de la Castellana, cuando el pelotón se abre y ocupa ya todos los carriles que suben hacia la rotonda de Emilio Castelar, la chica de la camisa de flores suelta el manillar, abre los brazos y grita por encima de cuchicheos, pitidos, frenazos y bocinas: "¡La calle es nuestra!". Si uno mira hacia delante, a los lados y vuelve la cabeza atrás con cuidado para no cruzar manillares, se da cuenta de que es verdad. La calle es de los ciclistas, de las miles de personas (3.500, según los organizadores) que, por segundo año consecutivo, toman Madrid entre las seis de la tarde y casi las diez de la noche para reivindicar paso en masa.

Es La Criticona 2010, una cita que empezó en 2009 después de que un grupo de amigos que participan en Bicicrítica (el pelotón sin jerarquía que el último jueves de cada mes se cita en Cibeles en bicicleta) fueran a Roma a probar la Cimona. El concepto es similar: una cita anual que convoca a todo el que se sume desde cualquier parte del mundo para pedalear. "Fuimos a Roma y nos encantó", asegura Elisabeth. Cimona viene de CM (Critical Mass: Masa Crítica). "Aquí la bautizamos La Criticona, por lo de Bicicrítica", añade ella. Josu, otro incondicional del pedal, cuenta una veintena de personas empezó en noviembre a prepararlo todo y convocar a la gente para Madrid. Josu ayuda en las cuestas ("¡baja el piñón!", grita a una ciclista asfixiada) y razona también con los automovilistas obligados por un muro de bicis cruzadas a esperar el paso del pelotón. Pero no todos los conductores están dispuestos a esperar. "¡Llevo 20 minutos parada!", grita una automovilista que baja del coche con los brazos en alto.

Los ciclistas empezaron en Cibeles y terminaron en La Elipa
"Todo el mundo debería participar en esta fiesta", dice un madrileño

Ni Madrid ni los conductores están acostumbrados a la bici, un vehículo con el que sólo se hace el 0,6% de los desplazamientos diarios de la capital, unos 45.000. Cada vez son más y protagonizan la nueva ordenanza de Movilidad municipal (pendiente de aprobación) que les cede sobre el papel el centro del carril y todo el respeto del resto de conductores. Pero aquí, en la calle, aún no tienen ese respeto.

Como siempre que se citan, saben dónde empiezan (siempre en Cibeles) y deciden dónde terminan. Esta vez en La Elipa, junto al cementerio de la Almudena. Pero el recorrido es una incógnita. Y la puntualidad siempre falla. A las 18.00 empiezan a llegar los primeros. A las 18.30, siguen llegando y ocupando parte del paseo de Recoletos hacia Neptuno. Son muchos y la vista se pierde. Vienen de otros puntos del país, como Barcelona, Granada, Alicante o Almería. Se les ve porque llevan carteles y camisetas o, en el caso de los bilbaínos, porque lo proclaman cantando: "¡Soy de Bilbao, soy de Bilbao, por eso la bici la llevo a todos laos!". En el pelotón se habla también italiano, francés y alemán. "No sabría decir cuánta gente ha venido de fuera, pero algunos se han quedado en el Patio Maravillas y otros en tiendas de campaña", cuenta Elisabeth. Hay padres con hijos en sillitas de bebé, patinadores, bicis tándem, gente disfrazada, pelucones, ciclistas con banderas del arco iris, con altavoces que llenan de música el paseo. "Esto es muy divertido, con mucha gente muy diversa. Esperaba el típico grupo de hippies contestatarios y he visto de todo", confiesa la francesa Peggy Martinello, habitual de Bicicrítica, en su primera Criticona.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

El pelotón da la vuelta Cibeles-Neptuno-Cibeles (un clásico para calentar). Y engancha la Castellana, donde la chica de la camisa de flores proclama ser dueña de la calle y otra ciclista grita a los automovilistas atrapados: "¡Hala, a disfrutar de la caravana!".

En Ríos Rosas llega la primera gran cuesta y en Cea Ber-múdez, la primera gran pitada. En un cruce, un ciclista coge la bici en peso con los brazos en alto para parar a los coches que intentan pasar. El estruendo de las bocinas es inmenso, pero el chico, que tiene la bici llena de globos, no cede ni un milímetro. Policías municipales y nacionales custodian el recorrido. En la calle de José Abascal, un coche atropella la rueda delantera de una bicicleta. El ciclista le grita al automovilista (un señor que debe rondar los 70 años) que es "un incívico, un descerebrado". El hombre asegura que no pudo hacer nada, que se le cruzó. Se quedan sacando el seguro mientras pasa el pelotón, que vuelve a la Castellana, saluda de nuevo a la Cibeles y enfila Alcalá, con una cuesta arriba pronunciada y otra hacia abajo que ayuda a destensar las piernas.

Tuercen en García Noblejas cuando empieza a oscurecer. Sigue la música y las consignas, como: "¡No contamina, no gasta gasolina!", "¡Pon el culo duro sin gastar ni un duro!". En la explanada delantera del cementerio de la Almudena se acaba el paseo. A bajar de la bici. El madrileño Cristóbal Icaza, tras su primera Criticona, da un consejo satisfecho: "¡Esto es magnífico! Se la recomiendo a todos, todo el mundo debería participar en una Criticona al menos una vez en la vida".

Una madre pedalea con sus dos hijos.
Una madre pedalea con sus dos hijos.SANTI BURGOS

Laetitia D'Aloia. Diseñadora de relojes

"En Suiza se respeta a los ciclistas"

Ni una ni dos. Laetitia D'Aloia, de 26 años, tiene tres bicis. "Una la compré, las otras dos las encontré rotas por la calle y las llevé a reparar". Todas se han quedado en el aparcamiento que hay debajo de su apartamento suizo. No se ha traído ninguna. "No, no, me la han prestado para moverme por Madrid: he venido a la Criticona con mi hermana". Trabaja como diseñadora de relojes. "¡Claro, soy suiza!", bromea con su boquita pintada de rojo chillón. Y usa bicicleta "desde siempre". En su pequeña ciudad de 36.000 vecinos, Neuchatel, todo el mundo lo hace. "Tenemos muchas calles reservadas a peatones y ciclistas. Es fácil", presume. "Y los conductores son mucho más amables y comprensivos que aquí", compara. Confiesa que Madrid tampoco le ha resultado tan dura: "Simplemente tienes que estar mucho más atenta, sobre todo en los cruces, pero se puede ir en bici". Defiende el uso como forma de libertad: "Puedo ir donde quiero y cuando quiero y además los paseos en mi ciudad son preciosos. Tenemos un gran lago". Conductores comprensivos, aparcamiento fácil, calles tranquilas... Laetitia tiene claro que en Madrid es necesario "y mucho" reivindicar un lugar para la bici pero en su país sería absurdo. "En Suiza no hacen falta protestas como la Criticona porque todo el mundo respeta a los ciclistas".

Sebastián Villegas. Mecánico de bicis

"El tránsito es menos agresivo en Barcelona"

Sebastián Villegas, nacido en Santiago de Chile y residente en Barcelona desde hace cuatro años, debe saber mucho de bicis. Se mueve en una roja y fina para ir a todas partes, es mecánico de bicis, ha participado en varias masas críticas por Europa -estuvo en la Cimona de Roma- y estudia un doctorado sobre este tema. "Estudio la bicicleta como elemento artístico, como parte de una creación y además también investigo fenómenos como Bicicrítica". Acaba de llegar a Madrid expresamente para participar en la Criticona. No ha circulado muchas horas por la capital, pero en su corta experiencia de pocas horas ha sacado una conclusión importante: "Aquí el tránsito es más agresivo que en Barcelona". El mecánico y doctorando hace una crítica a cómo gestiona Barcelona la bici: "Se ha dado mucha importancia a los carriles bicis, pero no es la solución, lo más necesario es incentivar el respeto por la bicicleta del resto de conductores y no quitarle sitio a los peatones". ¿Recomendaría el uso diario de la bicicleta? "Claro, creo que es la solución más obvia para circular por una gran ciudad".

Jara Pérez. Médica

"En Alicante te juegas la vida"

Jara nació en Santiago de Compostela, pero vive -y circula en bicicleta- en Alicante. Lleva una camiseta verde con Bicicrítica escrito en amarillo en la parte trasera y el nombre de su asociación, Alacant en Bici, en una manga. Su bici negra, con la que ha venido en autobús, lleva una caja de plástico asida a la parte trasera. "Es muy útil para hacer la compra", aclara esta doctora de 28 años. En Alicante va en bici a todas partes, pero confiesa que es un reto. "Es muy difícil, un caos porque los coches no te respetan nada, casi te juegas la vida". Forma parte de un pequeño grupo de ciclistas críticos de su ciudad que organizan el primer viernes de cada mes una cita para ir en bici por el centro de Alicante. "Siempre quedamos a las ocho de la tarde en la plaza de toros, de momento somos una veintena", explica. Algunos de sus amigos están sentados en el banco de enfrente en Madrid, también para participar en La Criticona, a la que Jara viene por segundo año. Cuenta que en su ciudad, fantástica para ir en bici por el buen clima y la cercanía del mar, falta mucho por hacer. La pasada Navidad montaron y desmontaron en apenas unos días el primer carril-bici del centro. "Hubo muchas protestas de peatones y de conductores", explica. Para ella Madrid es una ciudad más fácil si se trata de circular sobre dos ruedas.

Alessio Misino. Informático

"Si no hubiera taxistas, sería mejor"

"Peccato!" (¡Lástima!). A Alessio Misino, de 35 años, equipado de arriba abajo como un ciclista profesional, le espera un avión a las 18.00. A él y a su bici, una máquina enorme cargada con alforjas, saco de dormir y lo necesario para el mes que ha pasado circulando por España. A las 18.00, mientras él y su bici suben al avión, empieza La Criticona madrileña, la cita anual para invadir el centro y aledaños de la ciudad en bicicleta. De ahí lo de peccato! No se queda a la gran cita, pero ha paseado lo suficiente por Madrid en los últimos dos días para atreverse a hacer una comparación entre su ciudad (Roma) y la capital española. "Tanto aquí como allí, si no hubiera taxistas, sería mejor", lamenta. Cree que Madrid "es fantástica para la bici en comparación con Roma". Y se explica: está llena de calles estrechas, empedradas, con agujeros y con basura. "No es extraño encontrarse botellas rotas, es peligroso". Pero asegura que la conciencia ciclista empieza a despertar en su ciudad. "Cada 15 días se reúnen representantes de ONG ciclistas con miembros del Ayuntamiento de Roma", dice.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Pilar Álvarez
Es jefa de Última Hora de EL PAÍS. Ha sido la primera corresponsal de género del periódico. Está especializada en temas sociales y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en este diario. Antes trabajó en Efe, Cadena Ser, Onda Cero y el diario La Opinión. Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_