Belcanto a baja temperatura
Las versiones en concierto de las óperas suelen estar justificadas por la rareza de los títulos, o por un planteamiento de disminución de costes, o por la excelencia de unos valores musicales que pueden llegar a compensar al menos en parte la ausencia de teatro. En el caso de una ópera de repertorio como I puritani creo que el motivo prioritario de la elección en modalidad de concierto es la posibilidad de tener en el reparto a una figura tan cotizada como el tenor Juan Diego Flórez. Ya su actuación en el Real con la versión de París de 1774 de Orfeo y Eurídice fue también en concierto -acaba de aparecer la edición discográfica: es excelente- pero, al menos, estaba la razón añadida de ser una versión raramente interpretada de la ópera de Gluck. Con un título tan familiar como el de Bellini -en Las Palmas, Flórez lo cantó con puesta en escena- las exigencias de calidad musical son, si cabe, más altas. Y aún más si no se opta por el consuelo de una versión semiescenificada, sin decorados pero con teatralidad por parte de los cantantes.
lI PURITANI
De Vincenzo Bellini. Opera en versión de concierto. Con Juan Diego Flórez, Eglise Gutierrez, Roberto Tagliavini, Nicola Ulivieri, Fabio Maria Capitanucci, Mikeldi Atxalandabaso y Gabriella Coleccia. Orquesta Sinfónica de Madrid, Coro Intermezzo.
Director musical: Miquel Ortega.
Teatro Real, 29 de abril
I puritani, tal y como se ha escuchado en el Real, le hace un flaco favor a Bellini. La orquesta y el coro se mueven en el discreto encanto de la corrección pero están lejos de la sensibilidad y delicadeza que impone la melodía belliniana y sus derivaciones. Las continuas entradas y salidas de los cantantes -en traje de etiqueta y con partitura en mano- producen un efecto de frialdad difícilmente superable para el espectador. Y ni siquiera el tenorísimo Juan Diego Flórez vivió su noche más hermosa en Madrid. ¿Razones? Pues francamente no lo sé. Pero el tenor peruano se mostró nervioso y hasta incómodo. No paró de beber agua o de corregirse la posición de una pajarita que parece que le ahogaba. Más delgado, conservó su línea inmaculada de canto y su elegante fraseo pero tuvo dificultades en el sobreagudo y no acababa de transmitir con esa facilidad que en él es habitual. ¿Presión de tener que demostrar en cada actuación que es el número uno en la categoría de tenores ligeros? ¿O quizás es que siempre le exigimos que sea el Messi de la lírica?
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