La suerte estaba echada
La suerte estaba echada. La petición de activación por Grecia del singular paquete de ayuda diseñado por los países de la eurozona y el FMI supone un nuevo caso que añadir a la historia de éxitos de los ataques especulativos en diferentes crisis financieras. La situación objetiva hacía dudar seriamente de la sostenibilidad de un desequilibrio fiscal persistente. Existía, además, una profunda desconfianza en la capacidad de las autoridades griegas para imponer los sacrificios necesarios para propiciar un duro pero obligado ajuste de rentas, tanto más cuanto que la pertenencia de Grecia a la eurozona le impediría contar con el tipo de cambio y la inflación para suavizar el tránsito y acortar el periodo de ajuste.
Un paquete del FMI supone un cierto estigma, por lo que no se puede descartar el contagio
El principio de profecía autocumplida ha acabado funcionando, cuando los ataques especulativos sobre la deuda griega han conseguido llevar sus tipos hasta el 8%. En una economía que permanecerá estancada y con muy baja inflación durante bastantes años, la carga de intereses es incompatible con la estabilización de la deuda, aún en el supuesto de cumplimiento del esfuerzo de contención de gastos ya comprometido por el Gobierno griego.
El paquete de ayuda a Grecia es peculiar por varios motivos. Es poco habitual que la financiación bilateral (de la eurozona) supere a la del FMI; y es insólito que el Fondo preste a un país que emite moneda de reserva. El propósito de los paquetes del Fondo es, en teoría, proporcionar divisa fuerte a los países que tienen cerrado el acceso a los mercados, no ayudar a corregir un desequilibrio presupuestario. Es cierto que la misión del Fondo ha experimentado cambios profundos y que en esta crisis, afortunadamente, ha actuado con diligencia y sin las ataduras ideológicas del pasado, pero lo cierto es que el rescate de Grecia abre un terreno inexplorado.
¿Ayudará el paquete a devolver la sostenibilidad a la deuda griega? A corto plazo resuelve los problemas más acuciantes de liquidez, pero a medio plazo, cuando se observa la aritmética de la deuda, subsisten dudas. En caso de que se replanteen los problemas en el futuro (y descartando paquetes adicionales), las autoridades griegas tienen dos opciones: un mayor esfuerzo de ajuste de las finanzas públicas, mediante aumentos de impuestos, recortes de gastos o ambas cosas, o una reestructuración de la deuda. En el primer caso, dada la débil situación de la economía, un esfuerzo adicional entrañaría un crecimiento inferior a las ya bajas previsiones, lo que realimentaría la dinámica adversa de la deuda. En otras palabras: sin crecimiento no hay solvencia fiscal. En el segundo caso, caben diversos tipos de reestructuraciones, desde las más amigables o "voluntarias", en que los acreedores aceptan un ajuste del perfil de los vencimientos, o su renovación, hasta las más agresivas, que suponen una quita.
¿Qué impacto cabe esperar sobre el resto del área del euro? Un paquete del FMI -y tanto más una reestructuración de la deuda- supone un cierto estigma sobre la deuda soberana de la zona euro, por lo que no se puede descartar que continúe el contagio sobre otros países, aunque la situación de algunos de ellos sea muy diferente. Por otra parte, la solución adoptada no resuelve los problemas de fondo de la arquitectura de la eurozona, que no estaba preparada para afrontar desafíos extremos como los que se han presentado. Europa sigue necesitando un marco de disciplina fiscal, para lo cual deben reforzarse considerablemente los mecanismos de coordinación. Los líderes europeos deben dar pasos mucho más decididos en esa dirección.
Santiago Fernández de Lis y Daniel Manzano son socios de Analistas Financieros Internacionales (AFI).
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