Mancha humana
Me da la impresión de que el verdadero plan para el barrio de El Cabanyal en Valencia no era proceder a su derribo con bulldozer. Y menos aún con cachiporrazos policiales sobre las frentes marchitas de los opositores y nostálgicos de una arquitectura de rastro humano. Más bien se trataba de dejarlo degradarse, labor callada a la que se han entregado las autoridades durante largos años, y finalmente verlo caer por sí solo. Borrarlo sin ruido del mapa. Pero a veces las viejas construcciones se resisten a morir, y seguramente los espíritus de El Cabanyal sólo podían combatirse a feo golpe de pala excavadora.
Pero las cargas policiales no formaban parte del plan, y su perversa fotogenia ha manchado la plácida alcaldía eterna de Rita Barberá. Es la mancha humana, que tanto temen los aficionados al plan higiénico. Pasa con los uniformes policiales, se abandona el gris hormigón, el marrón madero o el azul y blanco de las lecheras en cuanto el tiempo les otorga carácter. Ahora se ha optado por un azul oscuro con grafías de película americana, un poco a lo Minority report. Y los antidisturbios llevan casco y atuendo que los robotiza. El uniforme siempre trata de alejarte del hombre vulgar, de deshumanizarte. De esa manera, con sólo ponértelo, puedes distanciarte del tipo de enfrente, al que tienes que ayudar, detener o aporrear. Los policías, como hacemos todos nosotros con el rincón de la oficina, tienden a personalizar su atuendo y uno se levanta el cuello, otro se pone una pegatina en la culata de la pistola con la bandera preconstitucional y otro se cuelga algún motivo nostálgico del franquismo. Son manchas humanas.
Tal y como apuntan los procesos judiciales últimamente, la gente que ha sido aporreada con contundencia por la policía ya puede prepararse. Es muy posible que se descalifiquen como pruebas las grabaciones de las televisiones que muestran la carga y que se les acuse de agredir con sus nucas, sus costillas y sus antebrazos a las pobres porras policiales, que sólo cumplían con su función robótica, ordenada desde el despacho municipal impoluto y ordenado donde se despliega el plan urbanístico que sueña con borrar de la geografía de la nueva ciudad cualquier vieja y resistente mancha humana.
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