Los gallegos unieron Buenos Aires
Un grupo de taxistas emigrantes inventó los buses de la capital argentina
Unos hablan del tango, otros señalan al dulce de leche y hay quien proclama que el auténtico símbolo de Buenos Aires es el Obelisco, pero de lo que no hay duda es que la imagen de la ciudad está íntimamente ligada a los colectivos, el nombre que reciben en Argentina los autobuses urbanos. Autos que recorren durante las 24 horas del día los cientos de kilómetros que forman la red de carreteras de la capital porteña y la zona conocida como el Gran Buenos Aires. Como casi todo en Argentina, su historia está muy ligada a la de los emigrantes que arribaron a finales del siglo XIX y principios del XX para construir un país que se convertiría en uno de los más desarrollados del mundo.
Se les ocurrió llevar a los clientes en grupo para abaratar el servicio
Algunos viajeros iban montados en el guardabarros de los vehículos
Aunque no hay pruebas que apunten a un único inventor del colectivo, es evidente que los emigrantes gallegos tuvieron un gran protagonismo. Muchos de ellos trabajaban a finales de los años veinte como taxistas, el gremio en el que se gestó su creación. Diversas fuentes sitúan el momento de su nacimiento una tarde de septiembre de 1928 en el antiguo café La Montaña, hoy desaparecido. Allí se reunía un grupo de taxistas que se lamentaba por la escasez de clientes. Entre ellos se encontraba, junto a otros paisanos, el gallego Manuel Pazos, que aparece en varias referencias como el auténtico inventor del colectivo.
En medio de las dificultades económicas de la época, muy pocos estaban en condiciones de pagarse una carrera en taxi que podía salir por un peso. La solución que se le ocurrió a aquellos autónomos de principios de siglo fue convertir sus vehículos en taxis colectivos para poder llevar más pasajeros y dividir el coste de la carrera entre varios. La primera línea de estos autos comenzó a funcionar el 24 de septiembre de 1928 entre Primera Junta y Lacarra-Rivadavia.
Luis Fernández Ageitos, hijo de gallegos y actual presidente de la Asociación del Taxi de Buenos Aires, explica que los taxistas decidieron modificar sus vehículos para dar cabida a más pasajeros, de forma que hasta llegó a habilitarse espacio sobre el guardabarros de los autos. Los taxis-colectivos podían transportar entre 8 y 10 personas y se convirtieron en un éxito inmediato. Fernández apunta que la iniciativa comenzó con ocho vehículos de otros tantos taxistas y en apenas dos años se registraron más de 2.000 autos colectivos. Poco a poco comenzó a crearse una identidad de las líneas, ya que elegían distintos colores para la carrocería y cada recorrido se distinguía por un número.
La mayoría de estas antiguas líneas aún son reconocibles entre las más de cien que existen en la ciudad. A partir de los años treinta, los colectivos comenzaron a ser decorados de forma muy personal por sus dueños y nació una fórmula de expresión artística, conocida como el fileteado porteño, declarada patrimonio cultural de Buenos Aires hace años. Hoy son pocos, pero todavía pueden verse auténticas obras de arte en las carrocerías de algunos vehículos.
En la historia del colectivo también aparece el nombre de otro gallego destacado, José María Montero, emigrante en Cuba, Nueva York, Buenos Aires y México, quien tuvo una vida azarosa en la que ejerció en diversas ocasiones como líder sindical y llegó a ser condenado a muerte en Argentina por su actividad en defensa de los trabajadores. Según la biografía de Montero que ha realizado el sindicalista e investigador vigués Lois Pérez Leira, él también fue uno de los primeros taxistas implicados en la creación del colectivo y fundó la línea que funcionaba entre Plaza de Mayo y Villa Devoto. Más tarde llegó a trabajar como controlador de horarios de la línea 1 y participó en la creación del primer sindicato de controladores que se creó en Argentina. Su actividad sindical le llevó a ser detenido y condenado a muerte durante la dictadura del general Uriburu, a principios de los años treinta. Finalmente, pudo evitar la pena capital pero fue enviado, junto a otros dos anarquistas gallegos, al penal de Tierra de Fuego, donde pasó tres años antes de ser expulsado del país.
La historia del colectivo tiene mucho que ver con todo lo que pasó en Argentina en las décadas posteriores a su creación. Las líneas fueron estatalizadas a finales de los años cuarenta y se volvieron a privatizar a mediados de los cincuenta. Hoy en día también son privadas aunque ya no hay tantos propietarios como en un principio sino que se concentran en pocas empresas. Eso sí, los pasajes son subsidiados por el Estado. Lo que parece claro es que los colectivos tienen garantizada su existencia por muchas décadas más, ya que los otros medios de transporte como el ferrocarril y el metro están muy lejos de poder desplazarlo por sus carencias de infraestructuras y medios.
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