_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Prueba de resistencia

La imagen de ingenua doncella traicionada no puede sostenerse

José María Ridao

La estrategia es la de siempre: convertir el debate político en una prueba de resistencia, invocando para ello la inefable muletilla del manejo de los tiempos. En realidad, todo se reduce a ver quién se cansa antes, los dirigentes y portavoces del Partido Popular lanzando balones fuera, o los ciudadanos que, abrumados por una ración diaria de detalles escabrosos, esperan una respuesta política al caso Gürtel que ponga a salvo a las instituciones. Porque, se presente como se presente desde la dirección del PP, la epidemia de solicitudes de suspensión temporal de militancia que se ha producido en sus filas no es una respuesta política, sino un arreglo orgánico que poco o nada importa fuera de las sedes del partido.

Hace apenas una semana que se levantó el secreto del sumario y, en estos momentos, el único resumen que un ciudadano medianamente informado puede hacer de uno de los más graves escándalos de corrupción que ha vivido el país es que muchos cargos del PP recibieron muchos regalos de mucha otra gente que circulaba por su entorno, hablando mucho por teléfono con mucho desparpajo y asistiendo mucho a bodas y otros saraos. Ha habido de todo en demasía: relojes, safaris, coches de lujo y hasta viajes familiares y de novios. Pero apenas una semana después de disponer de los 50.000 folios que dan cuenta detallada de este festín de compadreo lenguaraz y lujo chabacano, ya hay que pensar largo rato antes de estar en condiciones de responder a las sencillas preguntas de quién se lo pagó a quién y por qué se lo pagó. Sobre todo porque, en el embrollo de generosidades y agasajos puntualmente agradecidos en conversaciones telefónicas que se ramifican hasta casi el infinito, entran además esposas, amigos y familiares de los imputados más tristemente célebres, como diría la prensa de otros tiempos.

El mayor riesgo que se corre en estos momentos, cuando la cosa no ha hecho más que empezar, es que el morbo por los detalles se convierta en el principal instrumento para que el PP eluda sus responsabilidades respecto a la sustancia. Cada vez que sus portavoces y dirigentes repiten la consigna de que ni un solo euro de la trama corrupta entró en las arcas del partido, lo hacen desde la confianza de que aún están a tiempo de convertir el caso Gürtel en el mejor reality show de la temporada, presentándose como víctimas compungidas de unos desalmados que, como aquellos galanes elocuentes y mendaces que sólo pretendían la prenda de las ingenuas doncellas medievales, traicionaron su confianza. A tenor de lo que revela el sumario, no se puede decir, en efecto, que las arcas del PP recibieran un solo euro, pero no porque no hubiera financiación ilegal, sino porque, hasta donde se sabe, el mecanismo puesto en marcha por la trama consistía en correr con algunos de sus principales gastos para cobrárselos después a través de contratos millonarios de las administraciones gobernadas por los populares.

Con o sin relojes, con o sin safaris, con o sin coches de lujo y, en definitiva, con o sin detalles escabrosos, la explicación que el PP sigue debiendo a los ciudadanos es por qué la trama corrupta organizaba sus actos de partido por unos precios irrisorios, y por qué se beneficiaba después de tantos contratos públicos millonarios; por qué su tesorero mantenía contactos tan estrechos con la trama, hasta el punto de encontrarse imputado, y por qué la dirección nacional sigue defendiendo su permanencia en el Senado, después de haberle retirado el despacho que mantenía en la sede de la calle de Génova y el pago de su defensa jurídica. La imagen de ingenua doncella traicionada no puede sostenerse ni un instante desde el momento en que el principal responsable de las finanzas del partido estaba perfectamente al tanto de quién era el galán, y, siempre a tenor de lo revelado por el sumario, gozaba con sus favores. Unos favores que, por lo demás, el galán no estaba en condiciones de ofrecer si no era con la abierta complicidad de administraciones autonómicas y municipales gobernadas por el PP.

Para que el caso Gürtel no se convierta en una prueba de resistencia, en la que el morbo se utiliza como pan y circo para saturar el entendimiento de los ciudadanosque siguen a la espera de una respuesta política de la que tarde o temprano pueden acabar desesperando, es necesario concentrarse en la sustancia y no en los detalles. Éstos se despachan con el único sentimiento que merecen: repugnancia. En la sustancia, en cambio, se juega el futuro del Estado de derecho y del sistema democrático en España.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_