Diego Ventura, el encandilador
El rejoneador Diego Ventura salió a hombros por la Puerta del Príncipe después de cortar cuatro orejas y embelesar al público sevillano, que asistió emocionado a dos faenas espectaculares y apasionadas. Ventura es, hoy por hoy, el gran encandilador del rejoneo; el hombre más capacitado para conectar con los tendidos y hacerlos partícipes de su toreo a flor a piel, a lomos de una cuadra bien domada, perfectamente unida al torero, que enloquece a los espectadores. Se trabajó de lo lindo el triunfo y lo consiguió sin discusión.
¿Sin discusión? Según y cómo. El rejoneo de hoy ha superado la modernidad. Ya no importa el toro, ni cómo se clavan banderillas ni rejones. Hoy importa el caballo, la exposición suprema ante el supuesto peligro de pitones bien despuntados, las cabriolas, el baile equino, el caballo que muerde y, eso sí, una muerte rápida, aunque sea como consecuencia de un toro degollado, como hizo Ventura con los dos suyos.
Bohórquez / Bohórquez, Hermoso, Ventura
Toros despuntados para rejoneo de Fermín Bohórquez, justos de presentación, flojos y descastados; muy mansos quinto y sexto.
Fermín Bohórquez: tres pinchazos y descabello (silencio); dos pinchazos
y rejón bajo (silencio).
Hermoso de Mendoza: cinco pinchazos (silencio); cuatro pinchazos y rejón (silencio).
Diego Ventura: rejonazo (dos orejas); rejonazo (dos orejas). Salió a hombros por la Puerta del Príncipe.
Plaza de la Maestranza. Domingo, 11 de abril. Cuarta corrida de abono. Lleno.
Hoy lleva las de perder el rejoneo sobrio y sin estridencias que practica, por ejemplo, Fermín Bohórquez. Se ha quedado antiguo, no dice nada y su presencia en el cartel no parece tener más objetivo que ser convidado de piedra. Ya no es el Bohórquez elegante y certero de sus buenos tiempos, y aunque tuvo momentos brillantes con las banderillas, es el exponente de que no ha sido capaz de subir al carro de la posmodernidad rejoneadora.
Incluso al consumado maestro Hermoso de Mendoza se le vio apurado para estar a la altura del grandilocuente Ventura. Mantiene su condición de primera figura, dio toda una lección de torería ante el muy manso quinto, pero falló con estrépito con el rejón de muerte en su lote y toda su grandeza se diluyó. Ahí quedó, no obstante, su dominio de la situación ante ese parado toro, acobardado en tablas, al que toreó por derechazos a lomos del caballo Silveti, y banderilleó de frente con Ícaro en una preciosa muestra de su condición de consumado artista. También brilló a gran altura en el segundo, ante el que volvió a fallar a la hora de la muerte.
No falló, sin embargo, Ventura. Conoce a la perfección los resortes para movilizar al público, exprime a sus caballos hasta lo indescriptible, se juega el tipo de verdad y encandila a todos. Utiliza métodos poco ortodoxos, como ese caballo Morante que muerde al toro entre la algarabía de los tendidos, o esos desplantes estentóreos ante un toro que vomita sangre, pero se trabaja el triunfo de principio a fin. Estuvo muy por encima de sus dos toros en todos los tercios, menos a la hora de matar. Pero una muerte rápida lo perdona todo.
Por cierto, el rejoneo posmoderno también necesita un toro a modo, que permita la sensación del máximo riesgo. Los de ayer salieron por pies, se hundieron al minuto y medio y se comportaron como perritos falderos ante el juego de los caballeros y caballos. ¡Qué raro...!
Babelia
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