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Contra la injusticia

Contra la injusticia

La idea de la justicia de Amartya Sen es, de hecho, una teoría de la injusticia. Los filósofos cuando se han acercado a la cuestión de la justicia han tendido al institucionalismo trascendental, a identificar como deberían ser las instituciones justas en una sociedad justa. Entre ellos, en el siglo XX, ha destacado John Rawls con su teoría de la justicia como equidad. En honor de Rawls, pero en respetuosa discrepancia con Rawls, ha escrito Amartya Sen este libro que, en nombre del pragmatismo y de la empatía con la suerte de cada uno de los humanos, trata de invertir la perspectiva: lo que debe hacer una filosofía de la justicia es detectar la injusticia. La eliminación de la injusticia manifiesta, como principio de la justicia. Es contra la injusticia y no en nombre de la sociedad ideal justa que se pueden dar los pasos necesarios para una mayor equidad en el mundo. Una música que me recuerda la conjura de los irritados, del filósofo checo Jan Patochka.

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Sen evoca dos conceptos de la antigua filosofía jurídica india: niti y nyaya. "La primera idea, niti, se refiere a la idoneidad de las instituciones, así como a la corrección del comportamiento, mientras que la segunda, nyaya, alude a lo que surge y a cómo surge, y en especial a las vidas que las personas son realmente capaces de vivir". La idea de la justicia se sitúa plenamente en esta segunda categoría.

Amartya Sen es bengalí. Y es un economista que ha traficado mucho en territorio filosófico. Como exponente del pensamiento poscolonial, sigue las líneas argumentales del periodo de "inconformidad intelectual de la Ilustración europea", pero incorporando ideas procedentes de sociedades no occidentales, "con poderosas tradiciones de argumentación razonada, en lugar del recurso a la fe y las convicciones no razonadas". El libro es por tanto también una contribución a la superación del mito de carácter exclusivamente occidental de la Ilustración. Su condición de economista late permanentemente en un libro filosófico que nunca pierde de vista los intereses y las capacidades de los ciudadanos.

Una teoría de la justicia más atenta a la injusticia real que a la justicia ideal, tiene un instrumento: el razonamiento público; y un lugar: la democracia. Avanzar por "la senda de la razón", expresión del emperador indio Akbar, no excluye la valoración de las reacciones instintivas, ni la necesidad de entender los comportamientos presuntamente irracionales. Pero la justicia requiere un ejercicio de escrutinio crítico permanente, que pasa por la figura del "espectador imparcial" del que hablaba Adam Smith. Sen se desmarca de la tradición contractualista y se inscribe en la alternativa que dentro de la Ilustración representan Adam Smith, Condorcet, Marx y Stuart Mill, para "comparar las diferentes maneras en que las personas podían orientar sus vidas, bajo la influencia de las instituciones, pero también del comportamiento real de la gente, las interacciones sociales y otros factores determinantes". En un mundo como el actual, en que "quedan muy pocos no vecinos", se necesita abrir el estricto espacio del contractualismo y buscar territorios de comparación global.

Si la democracia es deliberación, "gobierno por discusión", es el lugar natural para el razonamiento público, para la discusión de la pluralidad de razones, para un ejercicio imparcial de evaluación, para extender el ejercicio de imparcialidad más allá de las fronteras de cada Estado. Además, gracias a la libertad de expresión la democracia es particularmente eficaz para detectar y señalar las injusticias.

"Comprender, simpatizar, argumentar" sobre estas cualidades humanas se sustenta una idea de la justicia que toma como punto de partida la frase de Hobbes de que las vidas de las gentes "eran desagradables, brutales y breves". En efecto la idea de la justicia de Sen está directamente relacionada "con las vidas y capacidades de la gente y con la privación y afectación que sufre". Por eso escapa del institucionalismo trascendental y apela a la imparcialidad y al escrutinio crítico para establecer comparativamente la realidad de la injusticia contra la que siempre será más posible ponernos de acuerdo, que a favor de un modelo ideal cerrado. Aparece así una idea de la justicia en movimiento constante, en relación directa con los cambios del mundo. Y que no deja nada fuera de su escrutinio. Ni siquiera a los derechos humanos ("disparates pomposos", les llamaba Bentham): "La reivindicación de que una cierta libertad es lo suficientemente importante para ser tenida como un derecho humano es también una reivindicación de que el escrutinio razonado sustentaría este juicio".

"En el pequeño mundo en el cual los niños viven su existencia", dice Pip, en Grandes esperanzas, de Charles Dickens, "no hay nada que se perciba y se sienta con tanta agudeza como la injusticia". Amartya Sen empieza el libro con esta cita: el sentimiento de injusticia es el impulso sobre el que se construye La idea de la justicia. Y este sentimiento es irritación y razonamiento.

La idea de la justicia. Amartya Sen. Traducción de Hernando Valencia Villa. Taurus. Madrid, 2010. 480 páginas. 21,15 euros.

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