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La seducción que ejerce el Superior

La presidencia de la Sala de lo Penal late como argumento del interés que despierta el alto tribunal vasco entre asociaciones judiciales y partidos políticos

Es el puesto más relevante de la judicatura vasca. Una condición que bastaría para explicar el interés que despierta entre las asociaciones judiciales, dispuestas incluso a bloquear los procesos de elección en favor de sus afiliados. Pero la presidencia del Superior va más allá de la propia gestión del tribunal. Conlleva la dirección de la Sala de lo Penal, en la que se puede someter a juicio a determinadas autoridades. He aquí la esencia de la seducción que el cargo despierta entre la clase política. Hasta el punto de que en ocasiones relega la supuesta división de poderes y se posiciona sobre la idoneidad de unos u otros candidatos.

Como presidente de la Sala de lo Contencioso-Administrativo, Juan Luis Ibarra era hasta ahora el número dos del Superior. En realidad, sólo ha subido un puesto en el escalafón con su nombramiento, pero el salto ha sido más grande de lo que los simples números aparentan. Como máximo responsable, el presidente del alto tribunal vasco no instruye en condiciones normales, pero sí juzga a los aforados. Y entre estos últimos figuran el lehendakari, los demás integrantes del Gobierno, la presidenta del Parlamento y los parlamentarios. En caso de que alguno de estos cargos figure en una causa, los demás imputados pasan a ser también de su competencia.

Ibarra quiere tener buenas relaciones pese a defender la división de poderes
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No hay que remontarse demasiado en el tiempo para recordar las implicaciones que tal capacidad conlleva. Los roces entre los poderes ejecutivo y judicial fueron crecientes en Euskadi durante la pasada legislatura, bajo el Gobierno del PNV, tras el procesamiento de Juan José Ibarretxe y Patxi López. Una afrenta a la política cuyas consecuencias, según parte de la judicatura, se han reflejado en el "veto" a la reelección de Fernando Ruiz Piñeiro al frente del Superior.

Más allá de opiniones, las secuelas del caso Ibarretxe sí parecen haber influido en la más tortuosa elección de presidente para el alto tribunal vasco. Tres inéditos procesos han hecho falta para romper el bloqueo que, en defensa a ultranza de sus intereses, forzaron en las dos ocasiones precedentes los vocales progresistas y conservadores del Poder Judicial. Y eso que para el segundo había cambiado ya el color del Gobierno. Seis candidatos se han quemado por el camino. Hasta tal punto se enconaron las posturas que la solución ha tenido que llegar de la mano de una figura independiente, bien relacionada con las dos principales sensibilidades ideológicas, con excepción del nacionalismo.

Pero el objetivo de intentar "controlar al controlador", como algunos juristas definen la presión política que soporta la justicia, no se reduce al poder que conlleva la dirección de la Sala de lo Penal. El presidente del Superior, al fin y al cabo, es la tercera autoridad oficial del País Vasco tras el lehendakari y la presidenta del Parlamento. Y siempre es conveniente llevarse bien con los de al lado. Su carisma se antoja fundamental para mantener una estrecha colaboración con los otros dos poderes, pero salvaguardando siempre la independencia. Y es aquí donde toma cuerpo la apuesta preferente de Ibarra por combinar las "buenas relaciones" con la defensa de la "división de poderes" como "garante de la democracia".

La coordinación de la política con la judicatura ha de ser más estrecha si cabe en las comunidades autónomas con competencias transferidas en la materia y Euskadi es una de ellas. La relación del presidente, para empezar, debe ser directa con el Departamento de Justicia. En especial, con un horizonte por delante en el que primará la implantación de la nueva oficina judicial. La buena recepción que le ha brindado a Ibarra la consejera, Idoia Mendia, hace prever que también en este aspecto pueden reconducirse las tensas relaciones.

Al margen del Gobierno, incluso el PNV ha optado por dejar pelos en la gatera. Su presidente, Iñigo Urkullu, se ha mostrado dispuesto a hacer borrón de lo ocurrido y "empezar de cero". Buenas perspectivas que se tendrán que confirmar con el paso del tiempo.

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