Crisis electoral en Irak
Las legislativas iraquíes no son el principio de la solución, sino el agravamiento del problema
No es una crisis de democracia, ni de crecimiento político, porque el trabajo de desescombro del pasado apenas ha comenzado. Las elecciones legislativas iraquíes del pasado día 7 -cuyos resultados sólo empezaron a conocerse el jueves- constituyen el mejor retrato robot del país: confusión porque nadie ha ganado; caos porque pasarán meses antes de que haya nuevo Gobierno; sangre porque en la jornada electoral, después de ella y ayer mismo, los atentados sumaban docenas de muertos a la contabilidad del terror.
La coalición formalmente vencedora ha sido Iraquiya, del ex primer ministro, más o menos laico, Iyad Alaui, con 91 escaños; le sigue Estado de la Ley, del que era presunto favorito, el jefe de Gobierno Nuri al Maliki, cada día más confesional chií, con 89; y unos 70 para la Alianza Nacional Iraquí, esa sí, volcada al chiismo religioso, y, aún más claramente que el anterior, adepta al jirón político iraní. Nada que se aproxime a los 163 de mayoría para una Cámara de 325 diputados.
Sumando a los anteriores el grupo kurdo con 50 escaños, véase que todos se pueden aliar con todos y con ninguno va a ser fácil, aunque Alaui y Maliki miran a este último bloque, pese a que sus líderes oscilan según el día y la hora entre preferir federalismo o independentismo. Por esa razón no habrá Gobierno antes del verano, y agosto va a ser fecha muy tenida en cuenta porque para entonces deberán haberse retirado todas las tropas de combate norteamericanas, dejando, de los 93.000 efectivos aún en el país, algo menos de la mitad en misiones de entrenamiento. Los más pesimistas, entre ellos un ex representante de Bagdad en la ONU, no descartan, si se cumple la retirada total prevista para fin de 2011, el enfrentamiento armado entre los rivales para formar Gobierno, lo que vendría a agravar el pandemónium ya creado por el terrorismo de Al Qaeda.
Las elecciones no sólo no conducen a Irak a la reconciliación nacional, lo que habría permitido hablar de embrión de democracia, sino que confirman lo insondable de su división etno-religiosa. La única noticia esperanzadora es que el brevísimo vencedor, Alaui, ha atraído votos de la minoría suní, sin dejar por ello de medrar en su medio chií. Por ello, hoy más que nunca, suenan a hueco las palabras del anterior presidente de EE UU, George Bush, que planteaba como un gran objetivo de la invasión, la democratización del país.
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