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Columna
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El Liceu y el sincrotrón

Siempre he asociado mentalmente estas dos grandes infraestructuras, una centenaria y la otra recién nacida, una cultural y la otra científica. Aparte de motivos de fondo, que son los que deseo explicar, hay un aspecto anecdótico que no tengo por qué ocultar. El día que ardió el Liceu yo estaba en Barcelona (en aquella época vivía en Bruselas) y me encontraba en el despacho del consejero Laporte, quien me pidió en nombre del presidente Pujol si podía ayudar en su deseo de promover un sincrotrón en el área de Barcelona. Su petición era razonable debido a mis relaciones con el Gobierno español, y a mi posición en la Comisión Europea, ambos posibles cofinanciadores del proyecto. Así fue como, sin ningún mérito propio, pero con gran ilusión, me convertí en presidente de su comisión promotora, mientras desde la terraza del departamento contemplábamos angustiados la humareda que provenía de la Rambla.

Son una atracción para personas de otros países y constituyen un gran incentivo para el "turismo de gran calidad"

Debo confesar que en aquel momento tenía una idea vaga de lo que era un sincrotrón y lo asociaba, como muchas personas hacen, a un acelerador de partículas. Fue el físico Ramon Pascual, amigo y verdadera alma de la idea y entusiasta promotor del proyecto en todas sus etapas, quien me lo explicó. Siempre he pensado que, con posterioridad a mi intervención que se limitó a la época del proyecto, el Pacto del Majestic y la presencia de Josep Piqué en el Ministerio de Industria y de Andreu Mas-Colell en el Departamento fueron un elemento decisivo para su consolidación definitiva.

¿Qué es un sincrotrón? Para decirlo de un modo sencillo, es un supermicroscopio. No se trata sólo de una infraestructura para acelerar partículas subatómicas (protones, electrones) y hacer experimentos con ellas, sino que acelera electrones para que éstos, al acercarse a la velocidad de la luz, emitan una radiación (luz de sincrotrón) que se puede utilizar como se utilizan los rayos de luz natural en un microscopio y que, debido a sus características, son mucho más penetrantes y permiten ver y analizar estructuras enormemente más pequeñas que las que puede revelar el más potente microscopio convencional. El sincrotrón no es un fin en si mismo, sino una gran herramienta de las que existen pocas en el mundo.

Los científicos, catalanes, españoles o europeos utilizarán el Alba para penetrar y conocer mejor la estructura y los cambios de la materia y muy especialmente de la materia viva. Y las empresas catalanas, españolas o europeas tendrán una ayuda extraordinaria en sus desarrollos relacionados con las proteínas, los componentes del ADN, o las encimas, todos ellos clave en la elaboración de fármacos, la detección de mutaciones genéticas y la prevención y cura de enfermedades. La industria farmacéutica, química y de nuevos materiales contará con una herramienta que le permitirá dar un salto cualitativo muy importante.

A partir de esta semana tenemos en el área de Barcelona el más potente microscopio del sur de Europa. Hace ya muchos años que disponemos en Barcelona del Liceu, uno de los equipamientos culturales de más prestigio en este mismo territorio. Junto con otros muchos -pienso en algunos centros de investigación biomédica, en el supercomputador Mare Nostrum de la UPC, en algunas escuelas de negocios, en los Museos Picasso y Miró...- este tipo de infraestructuras ayudan a situar Barcelona y Cataluña como referentes en un momento en el que la globalización reconfigura los mapas. Y, cada uno en su ámbito, son un gran elemento de atracción para personas de otros países y, por tanto, constituyen un incentivo sensacional para lo que se viene en llamar "turismo de gran calidad" y, sobre todo, "inmigración de cerebros", dos fenómenos de los que estamos muy necesitados. Sería bueno analizar qué parte de la gran cantidad de personas de otros países que se han instalado recientemente aquí están relacionadas con alguna de estas infraestructuras. Creo que nos sorprenderíamos favorablemente.

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Es bueno que en unos momentos en los que, con una satisfacción que comparto, Barcelona se ha convertido en un referente mundial en el ámbito deportivo, se hagan todos los esfuerzos para conseguirlo en otros ámbitos, especialmente en el cultural, el científico y el educativo, áreas en las que, tal vez, las repercusiones serán menos aparentes pero mucho más sólidas y duraderas, tal como necesitamos para seguir siendo una sociedad con futuro después de haber rectificado a golpes el camino que nos llevó a la crisis.

Joan Majó es ingeniero y ex ministro.

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