Un rey muy alto y muy sano
El cuerpo embalsamado de Pere el Gran empieza a revelar sus secretos
Mirar cara a cara a un rey muerto hace la friolera de 825 años no es una experiencia usual. Hace tragar saliva. Buscas en las devastadas facciones señas de majestad y pompa y crees avizorar en el vertiginoso fondo de las órbitas vacías un abismo de historia. El cuerpo embalsamado de Pere el Gran (Valencia, 1240-Vilafranca del Penedès, 1285), del que ayer se presentaron los primeros resultados de los análisis que se le están practicando, reposa en decúbito supino sobre una camilla en una cámara estéril habilitada para él en el Centro de Restauración de Bienes Muebles (¡!) de Cataluña, en Sant Cugat del Vallès. Para acceder hasta el monarca hay que ponerse una indumentaria especial que proporciona un aspecto digno de los científicos de E.T. Entrar en su nuevo y aséptico reino produce escalofríos: es -también- porque se ha reproducido la temperatura (12-14 grados) de su sepulcro en Santes Creus, de donde fue extraído el 17 de marzo en una compleja y minuciosa operación que precisó de seis horas y casi medio centenar de personas. No parece que emane ningún olor del rey, y menos con mascarilla, pero los técnicos han percibido un tufillo "a florido". Parece que es peor si acercas la nariz a la pelvis.
El traslado de la semimomia se efectuó en un camión preparado para tal efecto y contó (un rey al fin) con escolta de los Mossos d'Esquadra. En el camino, el cuerpo pasó por el hospital Joan XXIII de Tarragona, donde se le hizo una tomografía computarizada (TC). "Vivió como un rey", señaló ayer Marina Miquel, directora del proyecto de investigación. No es una figura retórica: el primer análisis de los restos demuestra que Pere gozaba de una salud estupenda, nada habitual en el medioevo a no ser que, efectivamente, vivieras a cuerpo de rey. El Grande era muy alto: 1,73, que es muchísimo para los estándares de la época. Eso sí, había perdido un par de dientes. Los restos, cubiertos en buena parte, a modo de mortaja, por un maltrecho tejido de lana, quizá el hábito de monje con el que las crónicas dicen que quiso enterrarse, están muy esqueletizados, pero el rey conserva piel (ajada) en la cara y otros lugares, musculatura y, posiblemente, algún órgano interno reseco.Sorprende del rey amortajado que parece carecer de pies: le fueron retirados al trasladarlo a su sepulcro definitivo porque el alto soberano no cabía en la bañera romana de pórfido que se utilizó como sarcófago. Están, los pies, recolocados entre las piernas.
Pere el Gran, hijo de Jaume el Conqueridor y Violante de Hungría, no fue enterrado con corona, vestiduras regias o cualquier otro símbolo de su condición, a excepción de una tela de seda granate sobre la que se apoya el cráneo (que luce una especie de banda de cuero). Tampoco con joyas ni armas. "No se ha encontrado ningún tesoro escondido", advirtió ayer el consejero de Cultura de la Generalitat, Joan Manuel Tresserras. No obstante, se ha hallado un pequeño misterio: un saquito con un mechón de cabellos, probablemente del propio rey, bajo el cuerpo.
En el enterramiento no había ataúd: el rey fue colocado en 1302 en la bañera sobre una plancha de madera que al ceder por el centro ha dado al cuerpo su aspecto doblado (el original lo recuperará tras el estudio).
La investigación ha permitido confirmar que, aunque el fardo mortuorio del rey está intacto, su tumba fue abierta en 1857: se han encontrado huellas de humo y cera de las velas que se introdujeron en el sarcófago para avizorar su contenido.
El rey regresará a su tumba a finales de junio o principios de julio y disfrutará de una ceremonia oficial de reenterramiento. Sin embargo, el estudio de la información que está proporcionando durará años. Dispondremos, según los científicos, de datos de la dieta, las enfermedades y lesiones del rey y quizá de la causa de su muerte. Está previsto elaborar una reconstrucción facial, que será el primer retrato fidedigno de un miembro de la familia real catalanoaragonesa, y extraer ADN, que permitiría esclarecer algunos enigmas de su dinastía y atribuir definitivamente a uno u otro soberano algunos de los restos confusos que se conservan en los panteones reales.
Tresserras aprovechó para destacar la importancia "europea y mediterránea" de Pere el Gran.
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