Terribas
La periodista Mònica Terribas dirigía un informativo nocturno en la televisión pública catalana llamado La nit al dia. El rigor en el análisis de la actualidad y la capacidad para conducir una entrevista buscando las contradicciones o la riqueza del personaje invitado le ganaron un prestigio al alcance de pocos. Con mi habitual perspicacia tuve claro que sería tentada por algún canal nacional. No fue así, olvido a menudo que el periodismo no cuenta. Sin embargo, terminó de directora de la cadena catalana y nos quedamos sin programa. A uno le gustaría ver siempre a los grandes periodistas fuera del despacho, quizá porque intuye que éstos tienen el suelo viscoso y al final dar pasos adelante desde ellos es como hacer correr a Usain Bolt en arenas movedizas.
El lunes pasado celebramos la bajada de la Terribas desde el despacho hasta la silla de interrogadora. Enfrente tenía al president Montilla. Entrevistarlo es como sacarle muelas a un cocodrilo. Es un personaje de poca distensión, de una seriedad que asusta, con respuestas de una frialdad que a veces más que presidente de un lugar en el Mediterráneo parece que dirige los destinos de una comunidad de esquimales. Pero entre sus cualidades está la prudencia extrema para no caer en desatinos lenguaraces. La entrevista no desmintió ninguno de los perfiles. De un lado preguntas serias, repreguntas incisivas, alfilerazos atinados. Del otro, respuestas concisas, golpes eludidos y gelidez. Lo increíble es lo que se ha montado después. Críticas desatadas a la periodista de algunos dirigentes socialistas catalanes que aún ignoran que lo mejor que le puede pasar a un gobernante es que desde la televisión pública le sometan a preguntas audaces. Algunas descalificaciones de un nivel tan bajo, que sólo se justifican por haber sido proferidas en cibertabernas, ahora llamadas Facebook, o por colegas abonados al resentimiento. Lo maravilloso es que una entrevista a un responsable político levante polvareda, insultos, acusaciones desde las trincheras. Terribas tendría que sentirse orgullosa de desempeñar su oficio con incomodidad y esmero. Ojalá sobreviva con piel de elefante a los ataques al periodismo bien hecho que siempre lanzarán los que persiguen la sumisión, juegan al peloteo y practican la ciencia de trepar sin más mérito que el lametazo al poder.
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