Un triunfo que justifica una vida
Si Óscar fuese un presidiario, ayer comenzaría una nueva columna con la muesca de su tercera San Remo. Si contase una a una todas las victorias de su carrera deportiva, llevaría ya unas cuantas columnas; y conociéndole bien, habría perdido ya la cuenta y seguro que alguna muesca se le habría olvidado por el camino. Pero no, él no es así, él lo que cuenta son las victorias especiales, las que significan algo más que el simple hecho de alzar los brazos al aire (los italianos dicen que lo hace exactamente igual que un gato) soltando una sonrisa espontánea. Óscar gana en las ocasiones que se espera que gane, pero eso no significa que cualquiera de sus victorias sea fácil por mucho que sea predecible. Su esfuerzo le cuesta, aunque a veces no lo demuestre; eso lo sabe él muy bien. Y eso le pesa, no solo pesan los años.
Cuatro palitos en vertical y uno en horizontal que los tacha. Cinco. Uno por un Mundial, el de la sorpresa. Otro por un nuevo Mundial, el de la confirmación. Uno más por una San Remo, la robada a Zabel por centímetros, quizás milímetros. Otro por un Mundial más, el más emotivo, por aquello de lo simbólico de repetir en Verona, donde su vida deportiva dio un vuelco con aquel primer Mundial sorprendente. Otro por una San Remo más, a estas alturas ya algo incluso esperado. Y la última muesca la de ayer, la de otra San Remo más, la tercera, la que confirma que Freire sigue vivo, a pesar de que el año pasado no viviese uno de sus mejores años, y de que eso diese argumentos a quienes pensaban que sus mejores tiempos eran ya historia.
La San Remo, el mundialino de primavera. Tres Mundiales oficiales, de esos que se corren en septiembre, y tres Mundiales oficiosos, de esos que inauguran la estación de clásicas. Óscar, un corredor que ha mamado de la cultura ciclista italiana, sabe bien que lo conseguido en San Remo es una de esas victorias que justifican una vida. Y él tiene tres. Ahí es nada.
Si a algunos corredores italianos les dieras a elegir entre una San Remo y un Mundial, conseguirías introducirles una duda en su conciencia. Seguramente se quedarían con el Mundial por motivos prácticos y económicos. La San Remo es un día, luego se va olvidando... pero la llama del Mundial sigue viva un año gracias al arco iris del pecho... Ahora, si atendiesen a los sentimientos, la balanza se inclinaría por la classicisima. Es como ganar el Tour; una San Remo no es una victoria, es La Victoria.
Óscar suma y sigue; lo de ayer le da tranquilidad para tomarse ahora parte de la temporada con la calma que necesita para llegar con las pilas cargadas a la próxima cita importante, el Mundial de Australia en septiembre. Por medio llegarán citas importantes también por sí mismas, Lieja, el Giro, el Tour. En Australia estará donde le corresponde, y ese día volverá a hacer historia, esta también con mayúsculas ganando su cuarto Mundial, lo que nunca antes ningún corredor ha conseguido en la historia del ciclismo.
Ahora, Óscar, disfruta de los tuyos como bien sabes hacer. De tus dos hijos especialmente, de ésos que no te dejan descansar como es debido los días de entrenamiento. A ellos les toca ahora eso, es ley de vida, y a ti te toca seguir apurando los días buenos, que en unos años desaparecerán; pero que como bien demostraste el sábado, aún alguno queda. ¡Enhorabuena figura!
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