Castella, compuesto y sin premio
No hubo toros en el día grande de las Fallas. Toros como Dios manda, claro. Los que salieron por toriles pasaban por ello, pero en realidad tenían todo el aspecto de novillotes. Algo respetables por delante, pero tampoco nada del otro mundo. Si al menos se hubieran comportado como toros, habrían disimulado. Pero tampoco. Fuerzas justas; ayunos de casta. De va y viene algunos, pero de ir y venir sin compromiso, sin entrega. El panorama, en fin, pintó mal.
Para colmo, la presidencia, en un agravio comparativo, negó una oreja del segundo a Sebastián Castella. No es que la faena del francés fuese de doctor honoris causa, pero vista la otorgada a Enrique Ponce en el toro anterior la merecía con creces.
CUVILLO / PONCE, CASTELLA, MANZANARES
Toros de Núñez del Cuvillo. Corrida anovillada y descastada.
Enrique Ponce: entera caída (oreja); dos pinchazos (silencio). Sebastián Castella: estocada (saludos tras petición); pinchazo, media caída -aviso-
y tres descabellos (saludos). José María Manzanares: estocada (saludos); entera algo caída (palmas).
Plaza de Valencia, 19 de marzo. Novena de feria. Casi lleno.
Con todo ese material de derribo que los toreros se encontraron, o que supuestamente solicitaron en su día a la empresa, la tarde nunca tuvo vuelo. Ni siquiera en el flojo primero, al que Ponce cortó una oreja. Ese toro, como un merengue al sol, se deshacía a cada pase. Ponce lo mantuvo en pie de milagro en faena con prisas, como tratando de escurrir el poco jugo del toro antes de secarse del todo. El palco le concedió una oreja, sería para celebrar el Día del Padre.
Entre ese primer toro y el sexto, sólo Sebastián Castella entonó la triste tarde. Al segundo, saludado con delantales y tras un ajustado quite por chicuelinas, le montó una faena sobre todo de aguante. De quieta planta. De dejarse querer al toro que no quería nada. Sólo por el lado derecho logró algo, pues por el otro el de Cuvillo no se molestaba en pasar. Unos circulares finales encendieron la traca. Mas para traca, la que se formó porque la presidencia le negó el premio justo. Al mansito quinto, que se movió más que ninguno en la muleta, lo saludó con la muleta con dos pases cambiados por la espalda. Luego no completó ninguna serie y la faena fue vibrante pero poco más. Esta vez fue la espada quien le negó el premio. Manzanares se topó con dos torillos sin clase. Descastados. Algún muletazo suelto pero en cuentagotas. Se aburrió al final de no sacar nada en claro. Y Ponce, con el cuarto, al que gastaron en varas, acabó desmotivado y abrevió.
Babelia
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