EE UU ve la oportunidad para declarar la victoria
La retirada de tropas depende de la normalización iraquí
Las elecciones que hoy se celebran representan para EE UU la oportunidad de declarar, finalmente, su victoria en Irak, años después de una guerra que desangró el país, alentó el extremismo en todo el mundo y debilitó gravemente a los propios norteamericanos. Esa victoria, manifestada en la consecución de una incipiente democracia en una sociedad medianamente pacificada, es todavía reticente y lejana.
El número de tropas estadounidenses se ha reducido de 170.000 a menos de 100.000 (serán unos 50.000 en verano). También ha decrecido su influencia en el mantenimiento del orden y de la seguridad en el país. El Ejército iraquí se ha desarrollado tanto como para, no sólo ocuparse de la protección de sus ciudadanos, sino para haberse convertido en una de las instituciones más respetadas.
El peligro es que los suníes se sientan marginados del mapa político
Irán cuenta aún con grandes aliados en la comunidad chií de Irak
Estados Unidos tiene también mucha menor influencia en la actividad política. El Gobierno y el Parlamento iraquíes, aunque con dificultades, han conseguido construir un modelo político de cierta operatividad: sólo en un año se ha aprobado más de medio centenar de leyes importantes, entre ellas unos presupuestos nacionales aceptados por las distintas comunidades religiosas.
La convicción, hasta hace poco, de que esas comunidades acabarían enfrentándose en una guerra civil, ha dado paso a una relativa esperanza de acuerdo, y la idea de un Irak unificado y democrático resulta, al menos formalmente, la más extendida entre chiíes, suníes y kurdos. Los ciudadanos iraquíes son ostensiblemente más libres, sus mujeres gozan de niveles de igualdad superiores a los de países vecinos y la economía recobra impulso.
Todo esto es la parte medio llena de la botella. La parte medio vacía, aquella que se refiere al riesgo todavía significativo de que todos los avances acaben saltando por los aires ante la fragilidad de la situación, es la que más preocupa hoy en Washington.
Las elecciones de mañana serán las primeras en las que el ganador no estará constitucionalmente obligado a formar un Gobierno de unidad. Se pondrá a prueba, pues, la verdadera voluntad de cada grupo religioso respecto a sus viejos rivales; de la magnanimidad de los ganadores dependerá, en gran medida, el éxito de las elecciones.
Será, por tanto, difícil la formación de un Gobierno. La Administración norteamericana pronostica varios meses de negociaciones hasta que los próximos gobernantes asuman sus responsabilidades.
Eso dejará un peligroso tiempo de vacío de poder que los extremistas -debilitados, pero no derrotados- pueden aprovechar para intentar desbaratar el proceso. Si la violencia aumenta considerablemente también será más difícil para Estados Unidos continuar con sus planes de retirada de tropas, y todo ello puede conducir a una escalada que acabe con las conquistas realizadas hasta el momento.
El presidente Barack Obama no puede, por supuesto, imaginar peor pesadilla que la de añadir a sus problemas actuales el de un Irak nuevamente incendiado, pero lo cierto es que la Administración norteamericana no cuenta actualmente con suficiente margen de actuación como para moldear Irak de acuerdo con sus intereses.
De hecho, una de las mayores virtudes de la actuación norteamericana en los últimos meses ha sido su admirable equidistancia respecto a las fuerzas en litigio en Irak. Hoy por hoy, no se puede decir que ninguna de las candidaturas a votación sea el candidato de Washington.
Estados Unidos ha trabajado bien con el primer ministro Nuri al Maliki, un chií, y contó con los chiíes como primeros aliados tras la invasión de 2003. Pero en la actualidad, los responsables norteamericanos impulsan la integración de los suníes en el sistema que se construye y alientan las soluciones unitarias.
Desde la perspectiva estadounidense, el mayor peligro que se atisba en estas elecciones es el de que los suníes interpreten que sus intereses no han sido suficientemente tenidos en cuenta, deslegitimen al ganador y regresen a la violencia como medio para conquistar al poder. "La verdadera medida de estas elecciones la tendremos cuando sepamos la reacción de los perdedores", ha advertido el embajador norteamericano en Bagdad, Christopher Hill.
Un actor imprevisible en el futuro de Irak es su poderoso vecino y rival: Irán. La Administración norteamericana considera que el régimen iraní, enfrentado entre sí y desgastado en la represión de sus opositores, está hoy en peores condiciones de emprender aventuras internacionales. Pero eso no es una garantía de que Irán, en camino de ser un país con tecnología nuclear avanzada, saque por completo sus manos de Irak, donde cuenta con importantes aliados políticos dentro de la comunidad chií y donde tiene conexiones demostradas con algunos grupos armados.
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