Hijo de Hamás, espía de Israel
Mosab Hassan Yusef, de 32 años, fue agente del servicio de seguridad israelí Shin Bet, donde se le conocía como el Príncipe Verde: 'Príncipe' porque es hijo de uno de los fundadores de Hamás, y 'Verde', por el color de la bandera del Movimiento Radical Palestino. Ahora vive en California, ha escrito un libro sobre las docenas de atentados suicidas que frustró y las razones por las que aceptó el arresto de su propio padre. En esta entrevista revela los detalles del secreto que ocultó durante 14 años
Mosab Yusef recuerda vivamente el día en el que un agente del Shin Bet entró en su celda, en el centro de detención del Complejo Ruso de Jerusalén, y le sugirió que trabajara para Israel; es decir, que se convirtiera en un colaborador. Hasta su arresto era miembro de la organización estudiantil de Hamás en la Universidad Birzeit de Cisjordania y había arrojado piedras alguna vez; le habían metido en la cárcel después de comprar un arma en 1996. Los soldados del puesto de control de Ramala detuvieron el Subaru que conducía y le dijeron que parase el motor: "Me sacaron del coche y, antes de que pudiera defenderme, me arrojaron al suelo y me molieron a golpes".
En nuestra conversación, Yusef dice que él no había planeado convertirse en informador, pero que tampoco fue una decisión repentina: "Me llevaron al centro de detención, la 'Muskobiya', en el que sufrí penosas torturas y me golpearon repetidamente durante los interrogatorios. Tenía las manos fuertemente atadas. Entonces llegó aquel hombre del Shin Bet y sugirió que trabajase para él. No le pedí dinero, porque mi situación económica era buena. Pensé en decirle que iba a aceptar la oferta y luego hacerme doble agente para vengarme del Shin Bet y de Israel por detenerme y por lo que le hacían a mi padre.
"Mentiría si dijera que no tengo miedo. Pero he salvado a cientos de israelíes, palestinos, estadounidenses"
"En septiembre de 2000, dirigentes de Hamás planearon la Intifada. Y que nadie se atreva a decir que no"
El padre de Yusef está en prisión. Él dice que contribuyó a detenerle para evitar que Israel le asesinara
"Acepté la misión de matar a Abu Halaweh. Era un tipo siniestro, que enviaba cada vez más gente a atentar"
"No me importaba que la gente me llamara traidor. Pensarán que lo hice por dinero, pero no tienen ni idea"
"Mi plan", prosigue, "era recoger información sobre el Shin Bet desde dentro y utilizarla contra Israel. Sabía que era una organización siniestra y malvada, dirigida por hombres perversos que hacían cosas terribles, como obligar a la gente a colaborar. Después de aceptar, me retuvieron en la cárcel 16 meses más, porque, si me ponían en libertad demasiado deprisa, podía despertar sospechas de que me había convertido en agente suyo". En la cárcel vio cosas espantosas.
"Estuve en la cárcel con gente de Hamás, miembros importantes de la organización que dirigían un aparato llamado Majad, una especie de órgano de seguridad interna de Hamás para descubrir agentes israelíes. Torturaban a los prisioneros, la mayoría de ellos de Hamás, a los que consideraban sospechosos de colaborar. Mi tarea era poner por escrito las confesiones y los testimonios. Como era hijo del jeque confiaban en mí. Y allí fue donde perdí la fe en Hamás. Mataban a la gente sin motivo. Mientras todos me advertían sobre el Shin Bet, por primera vez en mi vida vi a los miembros de Hamás que torturaban a sus camaradas, a compatriotas suyos, con una crueldad excepcional. La verdad no les interesaba. En cuanto sospechaban de alguien, era su fin. Torturaban a los presos de forma brutal, les quemaban, les pinchaban con agujas, les apagaban cigarrillos sobre la piel".
Al salir de la cárcel en 1997, Yusef empezó a reunirse con el capitán Loai, y dice: "No tenía pensado matar a nadie ni ser espía, sólo sentía curiosidad". Ya en su segunda entrevista, cuenta, el Shin Bet le sorprendió.
"Me explicó que, si quería trabajar para el Shin Bet, tenía que respetar ciertas reglas. 'No debes relacionarte con mujeres de mala vida, ni comportarte de manera inmoral', me dijo. 'No te acuestes con mujeres, ni actúes como un gángster, sobre todo tú, que eres hijo de un jeque. Tienes que encontrar trabajo y llevar una vida decente'. Para ellos era importante que yo siguiera siendo la misma persona, que no cambiara, que fuera serio. Querían gente respetable, a la que se respetara en su sociedad, que no tuviera mala reputación".
Fue también en esta época cuando Yusef empezó a sentirse atraído por el cristianismo y a leer el Nuevo Testamento. "Recuerdo que vi la frase 'Ama a tu enemigo' y eso me hizo pensar: estos enemigos tuyos, el Shin Bet, los soldados, se limitan a tratar de hacer su trabajo. Pensé en cómo se comportaría Hamás si la situación fuera la inversa: ¿mostrarían compasión hacia los judíos? Y pensé: ¿A quién crees que vas a engañar? ¿Hamás y Al Fatah se comportarían de forma más humanitaria? Ya no me sentía capaz de definir quién era mi enemigo".
"Es verdad que el Shin Bet cometió errores horribles y mató a gente inocente, pero su principal objetivo, como el de Israel, era preservar los principios de un país democrático. Hay 1,2 millones de palestinos que viven en Israel, dentro de la Línea Verde, que tienen derechos y se benefician más de la prosperidad y la asistencia de Israel que en cualquier Estado árabe. No obstante, también es verdad que esos soldados se llevaron a mi padre delante de mí, y le aseguro que no me fue nada fácil trabajar para ellos. Fue un cambio de opinión total".
-¿Qué propósito tenía cuando aceptó trabajar para ellos?
-Vi torturas, asesinatos, una guerra por unas tierras. Para mí, la vida humana, salvar vidas humanas, es lo más importante, más importante que cualquier trozo de tierra. Quería salvar -y salvé- vidas humanas, israelíes y palestinas. No lo hice porque el Shin Bet me presionara, ni por dinero. Lo hice porque sabía cómo era verdaderamente Hamás y necesitaba cambiar las cosas. Pensé que no me importaba que la gente dijera que era un traidor. No lo creerán, pensarán que lo hice por dinero, pero no tienen ni idea. Me alegraba muchísimo cuando impedía que actuara un terrorista suicida.
En 1999, Yusef ya se había introducido en el corazón de Hamás en Cisjordania y acompañaba a su padre a todas partes. El jeque Yusef concibió la idea de establecer Hamás en Cisjordania un año antes de la creación formal de la organización. En 1986, cuenta su hijo en el libro, el jeque se reunió en Hebrón con Ahmed Yassin, Mohammed Jamal al-Natshe, Mohammed Musleh y otros, y juntos planearon la creación del nuevo movimiento. Hamás anunció oficialmente su existencia en diciembre de 1987.
En septiembre de 2000, cuando Ariel Sharon visitó el Monte del Templo, Mosab Yusef acompañaba a su padre a las reuniones. El 27 de septiembre, la noche anterior a la visita de Sharon, el jeque Hassan se reunió con Maruan Barghuti, jefe de la milicia Tamzin en Cisjordania, y dirigentes de otros grupos. Yusef recuerda: "Yo conduje hasta la reunión, y, al volver, me dijo que habían decidido que al día siguiente, tras la visita de Sharon a la explanada, iban a fomentar manifestaciones para desembocar en una Intifada. Su plan era provocar disturbios que se prolongasen durante dos o tres semanas.
"Planearon la Intifada. Y que nadie se atreva a decir que no. La dirección de Hamás en Hebrón y Gaza no quería participar en los disturbios, porque decía que
Arafat no merecía que le ayudasen después de haber perseguido con tanta dureza a la organización. Y la verdad es que la rama de Hamás en Gaza no participó en las manifestaciones que marcaron el comienzo de la Intifada. Pero mi padre era partidario".
-¿Qué quiere decir con "planearon"? ¿Arafat les pidió que lo hicieran?
-No puedo decirle con certeza que diera la orden. Pero desde luego les dio su bendición. ¿Qué cree usted? Barghuti, Hussein al-Sheikh, todos los que organizaron las manifestaciones, se reunían con Arafat a diario. ¿De qué hablaban? Pero eso no es lo peor que descubrí en aquellos días sobre Arafat. Yo fui quien sacó a la luz que la primera patrulla de la Brigada de los Mártires de Al Aqsa era en realidad un grupo de la Guardia Presidencial de Arafat, la Fuerza 17 [grupo de élite de la OLP], que obtenía dinero de Barghuti, que a su vez lo recibía de Arafat.
Según Yusef, fue él quien condujo al Shin Bet hasta Muhanad Abu Halaweh, el hombre de Fuerza 17. "Abu Halaweh enviaba cada vez a más gente a cometer atentados", cuenta Yusef. "Era un tipo siniestro que se paseaba con una gran ametralladora y abría fuego a la menor oportunidad. El Shin Bet quería liquidarle y yo le dije a Loai (el capitán que era responsable de sus actuaciones en el servicio de seguridad israelí) que aceptaba la misión, aunque significara que lo iban a matar. Me pareció que no había más remedio, porque, si no, Muhanad iba a seguir matando inocentes".
"El 4 de agosto de 2001 esperé ante las oficinas de Maruan Barghuti hasta que vi entrar a Abu Halaweh. Pocas horas después salió y se subió a su Volkswagen Golf dorado. Informé al Shin Bet de que estaba en el coche solo; para ellos era importante no herir a Barghuti. Los israelíes esperaron un poco, hasta que el coche estaba en un espacio abierto, y entonces le dispararon un misil. Al parecer, él vio acercarse el misil y trató de saltar, pero el impacto le arrojó fuera. Un segundo misil dio contra la acera. Yo sentí la explosión en el coche en el que estaba, a 100 metros de distancia. El vehículo de Muhanad ardió y él también, pero no murió. Al final le mataron unos meses después, cuando dos helicópteros Apache le dispararon mientras salía de un restaurante en Bituniya".
"En esa época empecé a comportarme en Hamás como un jefe", recuerda. "Me paseaba con un M-16, destacaba mis lazos de sangre con el jeque y me codeaba con miembros del brazo militar de Hamás, que estaban seguros de que yo estaba al tanto de todo lo que sucedía en la dirección de la organización. Me contaban sus problemas y yo sacaba cada vez más información". "Estaba distanciado de Arafat", dice, "por un detalle involuntario: vi a Arafat varias veces cuando acompañaba a mi padre a reuniones con él. No me caía bien, pero no podía mostrar mis sentimientos. En una ocasión me dio un beso y, de forma instintiva, me limpié la mejilla. Él se ofendió, mi padre se avergonzó y no volvió a llevarme a sus encuentros con él". Tampoco tiene una gran opinión de Maruan Barghuti: "Es un terrorista que tiene las manos manchadas con la sangre de muchos israelíes. Aunque el Shin Bet le odiaba, no querían liquidarlo y convertirlo en un mártir".
En esta entrevista, el Príncipe Verde insiste en decir cuánto quiere a su padre. Sin embargo, el hijo es responsable de la detención del padre y fue quien dio la información que lo permitió. Además, para disimular el origen de la información, Mosab contó a su madre dónde se escondía su padre para que fuera a verlo. La detención se produjo minutos después de que llegara la madre de Yusef.
"Como siempre, mi padre se rindió de forma pacífica", escribe Mosab Yusef. "Y tanto él como los demás líderes de Hamás supusieron que el Shin Bet había seguido a mi madre hasta su escondite".
"El chico salvó a su padre", dice el capitán Loai en su defensa. "Si no hubiera sido por él, a su padre lo habrían matado ya diez veces. Se convirtió en una especie de paraguas protector de su padre, y era consciente de ello. Una vez, tras el atentado terrorista de Beit Yisrael en Jerusalén, Ariel Sharon dictó la orden de disparar prácticamente contra todo lo que se moviera relacionado con Hamás. El nombre de su padre surgió en una discusión sobre candidatos para ser asesinados. Mosab subrayó que su padre era importante para él y que la vida humana es una cosa muy valiosa, y consiguió que no le mataran".
Poco después de la detención de su padre, que se produjo en el verano de 2002, Mosab Yusef y Loai pusieron en marcha la detención del propio hijo. Estuvo unos meses en prisión administrativa (detención sin juicio) y vio a su padre en la cárcel. Mosab quedó en libertad en abril de 2003, y su padre, al año siguiente.
Yusef recuerda que una tarde de marzo de 2002 llamaron a la puerta de su casa familiar. Eran dos personas, cuenta: "Dijeron: 'Estamos buscando al jeque Hassan Yusef'. Yo les pregunté qué querían. Dijeron que eran representantes de cinco terroristas suicidas enviados desde Jordania para realizar atentados. Habían detenido a su contacto y necesitaban un lugar en el que pasar la noche. Les respondí que habían ido al sitio apropiado. Dijeron que tenían un coche lleno de explosivos. Les indiqué que dejaran el coche, les di dinero y les expliqué dónde podían esconderse. Pasé la información a Loai, y, media hora después, Sharon había autorizado ya su liquidación".
"Protesté y dije que si les hacían daño, dejaría de trabajar para el Shin Bet. '¿Estás amenazándonos?', preguntó Loai, "y yo repliqué que no podía aceptar el asesinato. "Al final, el Shin Bet, que no quería perderme, aceptó, pero quisieron saber qué pasaba en la habitación en la que estaban durmiendo. Fui a verlos con la excusa de llevarles algunos muebles, pero lo que no sabían es que esos muebles llevaban insertados unos micrófonos supersensibles. El 16 de marzo, las fuerzas especiales israelíes rodearon el edificio en el que estaban, en el centro de Ramala. Esperaron a saber que estaban dormidos y entonces volaron la puerta con explosivos. Uno de los hombres saltó por la ventana con un arma y los israelíes le mataron. Cuando los otros cuatro estaban en el jeep que les llevaba al centro de detención, uno de ellos mencionó mi nombre. Yo estaba seguro de que mi papel había quedado al descubierto y no sabía qué hacer. Pero Loai tuvo una idea: dejó en libertad al que había mencionado mi nombre y lo devolvió a Jordania, de modo que los demás pensaron que él era el delator. En el interrogatorio de los tres que quedaban se descubrió que uno de ellos tenía la misión de asesinar al rabino Ovadia Yosef".
"Así que vuelvo a decirlo: si lo hubiera hecho por dinero, ¿habría insistido en que no mataran a cinco terroristas suicidas? No, les habría dejado morir".
El Shin Bet tenía cada vez más claro que él corría gran peligro de quedar al descubierto. "Teníamos dos opciones: o volver a mandarme a la cárcel o 'jugar', como dijo Loai, a escenificar un verdadero intento de detenerme, a lo grande, que engañara no sólo a Hamás, sino también al Ejército israelí. El Shin Bet informó a una unidad secreta de las FDI de que yo iba armado y era peligroso y que iba a visitar a mi madre. Mientras tanto, me dijeron que fuera a casa y esperase delante, dentro de mi coche, a recibir instrucciones del Shin Bet. Cuando Loai me llamó, me fui a toda prisa de allí, al lugar secreto que me indicó. Un minuto después, la unidad secreta, con todos sus miembros vestidos de árabes, llegó allí en 10 coches con matrículas palestinas. Rodearon la casa y ordenaron salir a todo el mundo. Aparecieron mi hermano y mis hermanas".
"Mientras tanto, para asegurarse de que la operación recibiera mucha publicidad, yo había llamado a Al Yazira y había dicho que iban a intentar asesinar a mi padre, por lo que enviaron un equipo de televisión a la casa. Pero los soldados no llegaron reclamando a Hassan Yusef (el padre), sino a Mosab Hassan Yusef (el hijo). Docenas de palestinos armados, que se dieron cuenta de que pasaba algo en casa del jeque, empezaron a aproximarse, y unos helicópteros de la fuerza aérea les dispararon para impedírselo. Para entonces, yo estaba siguiendo todo por televisión desde mi nuevo escondite. El ejército llegó a disparar un misil contra el segundo piso de nuestra casa, que voló la mitad del edificio. De la noche a la mañana, había pasado a formar parte de la lista de los más buscados y todo el mundo árabe lo sabía".
Yusef cuenta que durante la Operación Escudo Defensivo, que llevaron a cabo las FDI en Cisjordania en la primavera de 2002, se movía de un lado a otro sin parar, pese a que sus responsables querían que permaneciera en el hotel en el que estaba "oculto". Su padre también estaba en un lugar seguro: cuando el ejército hacía registros casa por casa, los soldados -asombrosamente- se saltaron la casa en la que estaba escondido el jeque Yusef. Sigue el hijo: "Es un milagro', exclamó mi padre. 'Miraron en todas las casas de nuestro alrededor y la nuestra fue la única que pasaron por alto'. Y yo pensé: de nada".
El jeque Hassan Yusef salió de prisión en noviembre de 2004. En los días posteriores, cientos de personas acudieron a su despacho a pedir su ayuda en diversos asuntos. Para ellos, el jeque era el líder de Hamás en Cisjordania. Sin embargo, según Mosab Yusef, su padre no tenía dinero ni acceso a las finanzas de la organización. Su conclusión es que el hecho de que Hamás siguiera operando después de que sus líderes más destacados hubieran muerto o estuvieran en la cárcel significa que había una dirección secreta, que estaba en contacto directo con los jefes de Hamás en Damasco y con el ala militar.
Cuando el jeque Yusef salió de la cárcel, Mosab le acompañó a Nablús a entrevistarse con dirigentes de Hamás. Uno de ellos dijo que el jeque debería ponerse en contacto con "Aziz Kayed del Centro Al-Buraq". Mosab pidió al Shin Bet que investigara los antecedentes de Kayed. Descubrieron que, durante su época de estudiante, había sido un activista importante en la célula de Hamás en la universidad, pero hacía 10 años que había dejado toda la actividad política y ahora llevaba una vida normal, e incluso había salido al extranjero sin problemas. Mosab Yusef se acordaba de otros jóvenes de Hamás a los que había conocido en el pasado que, como escribe en el libro, "tenían títulos universitarios superiores y durante una época militaban activamente en Hamás. Por alguna razón habían desaparecido hacía 10 años".
Una investigación reveló que todos habían permanecido en contacto y trabajaban en Al-Buraq. El Shin Bet empezó a vigilar su actividad, con resultados impresionantes: "Nos enteramos de que aquellos treintañeros letales se habían hecho con el control de todo el dinero y dirigían todo el movimiento de Hamás en Cisjordania", escribe Yusef.
Un día siguieron a uno de ellos, Nahdi Mahadi, desde su piso en el norte de Ramala hasta un garaje en la zona comercial. "De pronto le vimos acercarse a la puerta del garaje, entrar y cerrar la puerta. Observamos el lugar durante dos semanas hasta que, un día, abrieron la puerta del garaje desde dentro y ante nosotros vimos a Ibrahim Hamed. El Shin Bet esperó a que volviera a entrar y entonces rodeó el edificio". Hamed no intentó resistirse. Cuando los soldados se lo ordenaron salió desnudo y fue detenido.
"El descubrimiento y la detención de Hamed y la dirección secreta de Hamás fue la misión más importante que hice en todos mis años de trabajo con el Shin Bet", dice Yusef. "Hamed era responsable de la muerte de 80 israelíes. También fue mi última misión en el Shin Bet".
En septiembre de 2005, el Shin Bet informó a Yusef de que tras la escalada en Gaza habían decidido volver a detener a su padre. Como vio que no tenía otra opción y que era la única forma de salvarle la vida, Yusef lo aceptó. Como ya hemos dicho, el jeque Hassan Yusef, que es sin duda una de las figuras más moderadas en Hamás, sigue en la cárcel.
-¿Y no tiene miedo?
-Mentiría si dijera que no tengo miedo. Pero me mueve el hecho de que he salvado a cientos de personas: israelíes, palestinos, estadounidenses. Eso me da fuerza para seguir adelante. No soy sionista y no trabajé para los sionistas. No soy proisraelí ni propalestino. Trabajé para mi Dios, que es el padre de todos los seres humanos estén donde estén. No quiero volver a esa tarea. Decidí dejarla porque, después de 10 años de luchar contra el terrorismo, comprendí que ése no es el problema. Por supuesto que es importante combatir el terrorismo, pero, con perspectiva, la única forma de hacerlo no es luchar contra los terroristas suicidas, sino contra su motivación: es decir, su Dios.
Y añade Yusef: "Mucha gente cree que la motivación de los terroristas es la ocupación israelí, la corrupción, pero eso no es más que el telón de fondo. No es la raíz del problema. La ocupación es como la lluvia que cae sobre el suelo en el que se ha plantado la semilla, pero no es la semilla propiamente dicha. La raíz del conflicto palestino-israelí no está en la seguridad ni en la política; es una guerra entre dos dioses, dos religiones. Entre el Dios de la Torá y el Dios del Corán. El Corán enseña que ésta es una tierra Waqf, un regalo sagrado al que no hay que renunciar. La Torá enseña a los judíos que ésta es su tierra y no deben cederla. El resultado es que no puede haber paz en Oriente Próximo".
-¿Y qué pasa con usted? ¿Dónde vive? ¿De qué vive?
-Vivo de alquiler. No tengo casa propia. Cuando me fui, el Shin Bet intentó presionarme para que volviera, e incluso notificó al FBI que era hijo de un terrorista peligroso, con la esperanza de que no me quedara más remedio que volver. ¿Qué forma es ésa de comportarse? ¿No les da vergüenza? Arriesgué mi vida por ellos; debería darles vergüenza. Todavía estoy digiriendo las experiencias que tuve y a veces no me puedo creer que haya sobrevivido. Ahora estoy escribiendo sobre mi experiencia y espero que el libro me ayude a ganarme la vida. © Avi Issacharoff / Diario Haaretz
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
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