El mini-short
Ya es primavera en los cartelones y las vallas porque he visto un gran anuncio donde vuelve el mini-short, el pantalón caliente, aquella prenda escueta y grácil que se pusieron ellas un verano. A mí me parece ese anuncio lo único democrático que hemos leído en las tapias de Madrid desde que el señor De Arespacochaga mandó quitar las pintadas y que le mantuviesen limpia España.También he observado, como conté aquí el otro día, que vuelven las pintadas eróticas al Metro, porque ya estaba bien de Rojos no o Viva Mao y yo. Todo esto, más la reciente enfermedad de Nadiuska, son pruebas de que el país se reerotiza con el despuntar de la primavera y las aladas almas de las rosas del almendro de nata, que tenemos que hablar de muchas cosas, como dicen que le ha dicho Fraga a Murillo. Ahí tienen, el insospechado idilio Fraga/Murillo es otro síntoma jubiloso de la reerotización del país en los Idus de Marzo, y ese romance sí que me parece a mí de primera página, más que el de Palomo Linares con una señorita precolombina.
Toda la prensa del corazón y de la placenta viene estos días llena de bodas y besos, porque los famosos son cíclicos, como el cuclillo, el urogallo y demás especies a extinguir, y se emparejan por Semana Santa y se separan hacia el 20 de noviembre. Cristina Morodo me habla de la actividad política y femenista de su grupo de amigas y colaboradoras, y yo me quedo pensando que Rocía Llosent, un suponer, tampoco estaría mal en mini-short. Ya que no vamos a ganar las elecciones, por lo menos vamos a divertirnos un poco.
Con el viento sur que trae las lluvias de marzo, nos llegan ya golpes de campo y erotismo, brisas sentimentales, promesas vagas de que se legalizarán todos los partidos de izquierdas e indicios perfumados de que saldrán todos los presos políticos. En estos momentos está todo el personal con el mini-short puesto, incluso don Murillo 1 el Histórico, y hemos tenido un fin de semana que ha sido un picnic pornopolítico en el que senos ha prometido de todo a cambio de un beso democrático y un poco de esplendor en la hierba.
-Cuando la Candelaria plora, el invierno está fora - dice el parado, que es refranero y pilonero, al decir del abrecoches.
No sé si el invierno está o no está fora, pero todo el mundo anda con faringitis, y la ruptura del romance Suárez/Felipe es un trauma castrante que no puede compensarse ni con los desnudos gráficos de Antonio el bailarín y otros Antonios, primacias de la carne que se anuncian ya en los mentideros con petardo.
La predemocracia y la reforma tienen mucho de cursillos prematrimoniales, de experiencia paralela y de ligue Gobierno /Oposición. El polen de la política está en el aire, lo respiramos todos, y el erotismo de marzo reparte como un viento por los despachos y los antedespachos, la promesa de que algo se va a hacer frente al Fuenteovejuna que ha vivido la Corona en Extremadura: pueblo y Corona unidos, pasando por encima del alcalde pedáneo. (Para mí todos los alcaldes son pedáneos, incluso el de Madrid.)
Iba yo a comprar el pan y me encontré a don Félix Lope de Vega Carpio, que venía precisamente de Consuegra, el pueblo negro de la Mancha, donde ha estado con mi señora y María Angeles Arazo, tomando nota para un libro o comedia sobre el honor y la honra políticos:
-A batallas de amor, campos de pluma, joven.
-Que eso es de Góngora, jefe. Los clásicos siempre se han plagiado unos a otros. Y los modernos. ¿Y a batallas preelectorales? Campos de pluma también, porque Simón Sánchez-Montero se ha apostado una cena con un socialista sobre la legalización del pecé, y así como el otro día veíamos esto reducido a un episodio del Virginiano, con Fraga en plan Virginiano, hoy, tras el fin de semana erótico-diplomático que se inició el viernes con el Consejo de Ministros, aquí vuelve a reír la primavera, con perdón. Hasta Carmen Diez de Rivera dicen que se va a poner el hot-pant. Es falso que Nadiuska haya perdido un hijo, pero es cierto que todos estamos cachondos y ha empezado el besuqueo preelectoral. Se están haciendo las más desvergonzadas liaisons dangereuxes para yacer en un escaño del Senado. Las elecciones van a ser un juego de prendas y el personal político ya ha empezado a quitarse la ropa.
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