Previsible baile de veteranos
Michael Nyman, invitado al desfile de Adolfo Domínguez, estrella en Cibeles
El hombre que acuñó por primera vez el término "minimalismo musical" y el tipo que hace décadas defendió la belleza de la arruga y hace días el despido libre unieron ayer piano y tela. El británico Michael Nyman abrió y cerró ayer el desfile de Adolfo Domínguez en la segunda jornada de la Cibeles Fashion Week. Un regalo con el que el equipo del diseñador gallego pretendía quitarse la espina de los problemas sufridos con la banda sonora de su último desfile. Transcurrió sin sonido durante 10 minutos y con melodías equivocadas, el resto. "Mi música se ha utilizado mucho en desfiles de moda, en 1994 incluso compuse una partitura de 40 minutos para violín para un desfile en París de Yamamoto, pero yo jamás había actuado en uno y esta vez me pareció una buena idea. Tocar el piano viendo pasar a chicas guapas no suena mal", afirmó el músico británico mientras esperaba para su fugaz actuación. "Para mí es un lujo", añadió Domínguez
El músico se dejó de las espesas abstracciones de las películas de Peter Greenaway y optó por el transitable romanticismo de El piano. De su mano, Domínguez mostró una colección (en la que ha trabajado su hija de 24 años Tiziana) y que resumió en tres palabras: "Gattaca. Uma Thurman". Astracán y potro sintético y "mucha precisión en los cortes", explicó con sus prendas en la mano.
El desfile cerraba una jornada entregada a veteranos de la en su día llamada Moda de España. Todos ellos convertidos hoy en marcas que firman desde cortinas de baño a maletas. Todos ellos, también, más cerca de un público lector del Hola! (en Victorio y Luchino estuvo la duquesa de Alba, en Agatha Ruiz de la Prada, la baronesa Thyssen y en Francis Montesinos, la nietísima Carmen Martínez Bordiú) que del W.
Abrió el día (en el que también participaron Roberto Verino y Elio Berhanyer) Jesús del Pozo, que después de desfilar en el off Cibeles, regresaba al recinto de Ifema. Sobre el papel, la colección se presentaba como "pictórica y urbana", de un "clasicismo renovado" y con un toque "sport intelectual". En escena, la historia parecía más cerca de la nave espacial de la familia de Perdidos en el espacio que de la vecina feria de Arco. Un futurismo sesentero desprovisto de color y de vida. En primera fila, el gesto contrariado de la concejala Ana Botella no ayudaba a digerir tanto vacío cósmico.
Si Adolfo Domínguez apostó por el impacto de un mediático pianista, Francis Montesinos tiró de familia y de folclore. María José Pérez ("es mi prima", aclaró él) salió a la pasarela y, en jarras, presentó la colección interpretando una albá (una especie de jota valenciana) en la que anunciaba cómo su primo Francis se había inspirado en las "brisas marinas". En definitiva, unas zíngaras que bien podrían ser hijas bastardas de Blasco Ibáñez y Carmen Miranda: estampados, lunares, volantes, redes de pesca y hasta un bolso hecho con mejillones. "Me gustó la idea de que mi prima cantara, me pareció una bonita forma de transmitir la filosofía de la colección", explicó Montesinos. "La letra es suya, algo poético", añadió el diseñador al que, al menos, hay que agradecerle la dosis de disparate.
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