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Columna
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La marimorena

Josep Ramoneda

Cuando un partido convierte el carácter serio y grave de su líder en su principal activo es que no va sobrado de ideas políticas con las que dirigirse a la ciudadanía. Ernest Maragall ha osado romper el silencio del PSC y, en un país tan poco habituado a los debates de partido, se ha organizado la marimorena. Hemos oído que es inoportuno por la proximidad de las elecciones (díganme un partido que haya encontrado oportuna alguna discrepancia interna), que pretende ganar posiciones en las listas electorales (los aparatos nunca entenderán que se pueda lanzar una piedra en el estanque del partido sin buscar rendimiento personal inmediato), que es una venganza por la defenestración de su hermano (los políticos también son humanos, muy humanos) o que ha sido desleal con el Gobierno y el partido (como si en un partido desdibujado ideológicamente como el PSC el silencio fuera una forma de lealtad mayor que el ejercicio de la palabra). Sobre las ideas de Maragall, ni mu. La oposición hurga en la herida. No tendría la oportunidad de hacerlo si los ciudadanos de Cataluña percibieran hoy en el PSC un partido capaz de dirigir al tripartito con una estrategia coherente y no entregado al principio conservador del qui dia passa any empeny.

Los aparatos nunca entenderán que se pueda lanzar una piedra en el estanque del partido sin buscar rendimiento personal

Ernest Maragall dice lo mismo que el presidente Montilla: que el PSC tiene que aspirar a gobernar sólo, es decir, a ganar las elecciones. Esta legítima aspiración debería ir acompañada de una seria reflexión: ¿por qué el PSC en las autonómicas no obtiene los éxitos que obtiene en las otras elecciones? Por eso, Ernest Maragall pide al PSC que tenga un proyecto para Cataluña. Maragall centra su reflexión en tres ámbitos: política para salir de la crisis, autogobierno y renovación del modelo democrático.

En tiempos en que la izquierda navega perdida en medio de la crisis, como se puede ver en toda Europa, Maragall se agarra al horizonte ideológico insuperable de nuestro tiempo -la competitividad y la productividad-. Si éste es nuestro destino, me gustaría pedir que al menos se hiciera una interpretación a la francesa: si a la productividad por hora -máximo rendimiento en el trabajo-, no a la productividad por persona -trabajar más horas de las que marcan las conquistas sociales-. Pero lleva razón Maragall en que un partido socialista debería tener respuestas para el futuro del Estado del bienestar y coraje para la imprescindible reforma del sector público, que es hoy una carga demasiado grande.

Sobre el autogobierno: Maragall expresa una confianza ilimitada en las posibilidades del Estatuto y sigue creyendo, a pesar de las negativas acumuladas, en el modelo de la España plurinacional. Aunque siete años de tripartito han servido para que la independencia calara como nunca en la sociedad catalana, en esta materia Maragall se mueve en la más pura ortodoxia socialista: la opción federal. Aunque, eso sí, con una conclusión que duele en las alturas: Si el PSC se quiere hacer fuerte en las autonómicas, si su prioridad es gobernar en Cataluña y no que el PSOE gobierne en España, por pura coherencia, es imprescindible que se dote de un grupo propio en el Parlamento español. Mientras esto no ocurra, CiU y Esquerra seguirán teniendo el monopolio de la representación de Cataluña en Madrid.

La recuperación de la credibilidad de la política pasa, para Maragall, por la Ley Electoral y por mejor transparencia en el gasto público. En un futuro en que la clave estará en aprender a vivir juntos gente diferente, echo de menos que Maragall no haya sido sensible a dos errores que para mí desacreditan la política mucho más que los desencuentros del tripartito: el apoyo al Ayuntamiento de Vic y la alcaldesa de Cunit en sus despropósitos sobre esta materia.

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Hay, por tanto, más voluntad de debate que novedades, en el discurso de Maragall y alguna contradicción: Dice el consejero: "Lo que ha hecho este Gobierno desde 2004 es incomparable en cantidad y calidad transformadora con relación a lo que consiguieron los gobiernos anteriores". Si es así, ¿por qué sostiene Maragall que la fórmula está agotada? Si, a pesar de esto, sigue insistiendo en que el tripartito es un lastre para el país, ¿qué ha de hacer el presidente Montilla si no consigue una mayoría suficiente para gobernar solo? Si los tres partidos que ahora gobiernan sumaran mayoría absoluta, ¿cree realmente que el PSC tendría que hacer presidente a Artur Mas antes que repetir este tripartito que, según Maragall, lo hizo mejor que todos los gobiernos anteriores?

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