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Columna
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La presidencia evanescente

Lluís Bassets

Ya no viene Obama. El rescate de Grecia se hizo sin Zapatero en la foto. Y el nuevo presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, ha tomado las riendas de la recuperación económica, uno de los ejes de la presidencia española de la UE. Se diría que el semestre presidencial de Zapatero ya ha terminado. Que todo lo que quepa esperar a partir de ahora sea el normal desarrollo de esos estupendos consejos extraordinarios en los marcos incomparables de las ciudades de donde son originarios los titulares de cada una de las carteras. Con el aditamento de unas rimbombantes declaraciones destinadas a la gloria del olvido: la Declaración de Donostia sobre ciencia y tecnología, la de Cádiz sobre la igualdad de género y las que seguirán. Nadie anulará estas reuniones ni cancelará tan solemnes manifiestos, como hizo Obama con la Cumbre Transatlántica, la renovación de la Agenda Transatlántica y la Declaración de Interdependencia entre EE UU y Europa que se pretendía pasar a la firma.

Se diría que el semestre europeo ya ha terminado y sólo pueden salvarlo las cumbres mediterránea y latinoamericana

La difuminación de la presidencia española tiene dos causas. Una objetiva: la entrada en vigor del Tratado de Lisboa resta protagonismo al presidente del Gobierno que tiene a su cargo el semestre de turno. A pesar de ello, Zapatero habría podido aprovechar la transición para tener todavía algún papel, puesto que Van Rompuy acaba de aterrizar y habría sido del todo lógico acompañarle en sus primeros pasos en una especie de copresidencia. Si este papel cae en manos de Sarkozy, no hay duda de que el petit belge las habría pasado canutas. La segunda causa de la presidencia evanescente es endógena y responsabilidad de Zapatero: el plan de trabajo es una mezcla de sueños de grandeza en los grandes eventos y falta de ideas políticas en todo lo otro. La realidad es que, en ausencia de una fuerte y pragmática ambición política, la presidencia española ha quedado ahora sin pulso ni impulso.

Aunque no hay muchas razones para la euforia, todavía queda algún margen. Zapatero ha conseguido salir del escenario de los malos alumnos en el que se metió en Davos, cuando compareció con los presidentes de Grecia y Letonia, para sufrir el examen del presidente del Banco Central, Jean Claude Trichet. Después de las tormentas bursátiles, ha quedado claro que el problema está en Atenas, aunque no haya quedado despejada del todo la incertidumbre sobre el peligroso nivel de endeudamiento español, principalmente el privado. También ha avanzado la idea del gobierno económico del euro, bien interesante para España, aunque no por la capacidad de persuasión de nuestros gobernantes, sino por la fuerza de los hechos.

Una vez que ha quedado claro el rumbo mediocre del semestre español, ahora sólo quedan dos cumbres a mano para que Zapatero levante un poco esta presidencia. La primera cita será en mayo, en Madrid, con la VI Cumbre UE-América Latina y Caribe, una reunión bienal de la que difícilmente saldrá el acuerdo de asociación con Mercosur que sería de desear. La segunda será en junio, en Barcelona, con la II Cumbre Euromediterránea, que deberá coincidir con la puesta en marcha de la Secretaría Euromediterránea en el Palacio de Pedralbes. No ayudarán a la primera ni el populismo boliviariano ni el desplazamiento de protagonismos que propulsa a Brasil al tiempo que hunde a la declinante UE. Para la segunda cita no falta la ambición, suministrada, sobre todo, por el empeño de Sarkozy para que fructifique un proyecto que salió del Elíseo; pero tampoco las ganas por parte de las autoridades locales: ésta es una excelente oportunidad para que Barcelona siga consolidándose como la capital del Mediterráneo.

Harán bien, pues, las instituciones en arrimar el hombro, aunque sólo sea por egoísmo y estén los catalanes en época de tocar a rebato electoral, para que luzca un poco más la presidencia española al menos a partir de esta cumbre. Si los Veintisiete fueran, además, capaces de sustanciar algún avance en el proceso de paz entre israelíes y palestinos, entonces el semestre quedaría plenamente salvado y justificado. Si no, habrá quedado en otra oportunidad perdida, difuminada por la crisis y la indolencia.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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