Pedagogía política
Imagínense una concentración o una manifestación en cualquier lugar del mundo, a favor o en contra de lo que sea, en cuyas pancartas no aparezca al menos alguna de estas palabras: "Libertad", "Justicia", "Paz", "Democracia", "Derechos"... ¿Verdad que tal cosa es prácticamente inimaginable? Aparecerán, seguro. Y aparecerán tanto en las pancartas de los partidarios de una causa determinada, como en las de sus contrarios. Es decir, que todos las invocarán para aludir a la justeza y la legitimidad de sus reivindicaciones. Son palabras hermosas, dotadas por definición de una connotación positiva, nombres de ideales deseables, insoslayables. Pues bien, precisamente por ello nadie renuncia a su nombradía prodigiosa: ni los dictadores, ni los terroristas, ni los propulsores de políticas totalitarias. Las injusticias suelen cometerse invocando alguna forma superior de justicia; los atropellos a la democracia y a las libertades invocando otra forma más verdadera de democracia y de libertad. Etcétera.
Pues bien, el ciudadano que no sea consciente de los posibles usos equívocos, complejos o directamente perversos de estos bellos términos no podrá ser un buen ciudadano. Como es evidente, será fácilmente manipulable. Uno no puede dar por sentado que sabe qué es la democracia (y que, por tanto, es automáticamente demócrata), qué es la libertad (y cuáles son las libertades civiles y políticas, cómo se concretan, cómo se limitan), simplemente porque su melodía suena bien, suena mil veces oída y elemental. Ésa es una repetición engañosa si no hay un despertar de la conciencia del ciudadano, una llamada al conocimiento y a la reflexión continuada en torno a esos ideales reguladores de la convivencia. (Un manual estupendo para profundizar en ese conocimiento es el editado por Aurelio Arteta, El saber del ciudadano, Alianza).
Qué decir de nuestro paisíto. Precisamente estos días se está presentando en las tres provincias vascas un documento titulado Tejiendo la historia de la libertad (escrito por Joseba Arregi), junto a un conjunto de artículos de diversos autores (disponibles en www.cambiopoliticoeneuskadi.org). Una llamada a la pedagogía y el debate políticos, impulsada por Aldaketa, COVITE, Fundación para la Libertad y varias otras fundaciones. Arregi repasa ahí las formas en las que treinta años de hegemonía nacionalista han desvirtuado palabras como "democracia" o "libertad". Porque "una de las conquistas en el ámbito del lenguaje del nacionalismo, en todas sus versiones, radica en haber hecho creer al conjunto de la ciudadanía que democracia es algo que se entiende sólo en relación al pueblo", en lugar de entenderlo en relación a los ciudadanos, al estado de derecho y "a la gestión de la pluralidad y la complejidad". Ya es hora, pues, de que frente a la política de la identidad, venga la política del ciudadano. Un ciudadano más consciente y reflexivo, si no es mucho pedir.
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