El mundo es un documental

El festival Docs Barcelona ha recordado esta semana que el documental existe y que poco a poco, como dicen los organizadores del certamen, "encuentra el sitio que se merece". El espectáculo de la realidad, título que engloba 35 películas, finaliza mañana con un guiño a Buenos Aires. Concretamente, al barrio de Pompeya, uno de los más peligrosos de la capital argentina. Quien lleva hasta allí al espectador es El Chino, propietario de un bar que marca la vida de los protagonistas de El último aplauso. El documental de German Kral, argentino afincado en Múnich, huele a carne asada y suena a Gardel. El tango lo es todo para sus protagonistas, quienes "olvidan sus penurias y se enfundan en sus mejores trajes por 20 minutos de aplausos", explica el director. "Para ellos el tango no es un trabajo, sino su vida".

El plato fuerte del programa está previsto para este fin de semana

Pero si el mundo cabe en un tango, también en un documental. Docs Barcelona, que vive su momento álgido este fin de semana con la proyección en los cines Verdi y Casablanca, y en la Filmoteca, de las películas de más peso, busca ser un referente en este género y este año se ha marcado un objetivo añadido, la proximidad. De momento la mayoría del público es joven, pero el director quiere ampliar el espectro. "Queremos llegar a más gente y por eso hemos intentado que las películas cuenten historias cercanas al espectador", explica Joan González. En su proyecto de impulsar los documentales iberoamericanos, las cintas provenientes de Latinoamérica han sido uno de los referentes de la edición de este año, aunque el país invitado ha sido Italia, de donde vienen los documentales Housing, de Federica di Giacomo; Hair India, de Rafaelle Brunetti y Marco Leopardi, y Océano dentro, de Sergio Damiani y Juliane R. Biasi.

Este último cuenta la historia de Pier Gianni Burreddu, un chico de 32 años que sortea su enfermedad mental con ingenio y sentido del humor. "Incluso nosotros, los locos, somos capaces de hacer cosas extraordinarias", afirma sonriendo y tratando de no perder el equilibrio. Está en la cubierta de un barco que navega por el Atlántico en una travesía ideada por su médico. Después de 40 días en el mar con un grupo de enfermos mentales, Julian R. Biasi descubrió "ese punto en el que todos somos iguales". Dentro del océano, rodeados de agua, "todos queremos ser amados, todos tenemos miedo al dolor".

Aunque Docs Barcelona es un certamen con proyección internacional, también dedica una sección a los realizadores catalanes. Una cierta verdad, de Abel García Roure, y Ventrada, de Óscar Pérez, han compartido espacio con El perdón, de Ventura Durall. Antes de saber que iba a rodar Las dos vidas de Andrés Rabadán, ganadora de tres Gaudí, Durall hizo un relato de los hechos jurídicos y psiquiátricos relacionados con el llamado asesino de la ballesta en un documental que busca "escarbar en las emociones y plantear una reflexión metafísica sobre el perdón". Después de 15 años en la cárcel por asesinar a su padre, Andrés Rabadán sigue cumpliendo su condena sin derecho a permisos, aunque no es un esquizofrénico paranoide como le diagnosticaron, sino un hombre que sufrió un brote psicótico cuando tenía 20 años. "Ya sé que una vida no se repone, pero he pagado mucho y no soy tan malo como para quedarme aquí toda la vida", dice en la película.