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AL CIERRE
Columna
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Intimidad e impunidad

Un buen vecino de escalera, de esos que saludas diariamente y con el que charlas un par de veces al año además de desearle una Feliz Navidad, oye el teléfono fijo de su casa con una aprensión total: teme escuchar de nuevo esas voces metálicas que el diabólico Doctor Moreau concibió para las monstruosas criaturas de su isla. Con el teléfono móvil le sucede menos porque ve el número en pantalla y puede tranquilamente no contestar. Hace unos meses unos técnicos de Telefónica averiaron el "identificador de llamadas" de su teléfono fijo al rechazar él una oferta televisiva que acompañaba la instalación de Internet, y se quedó sin la trinchera última que le resguardaba de los intrusos. Al principio intentó que la compañía reparara su estropicio, pero tras varios intentos, con insoportables esperas, angustiosas conversaciones con máquinas y peleas surrealistas con pobres empleados programados para trasladarte de servicio técnico a servicio técnico hasta llegar a un pozo sin fondo, se dio por vencido y se quedó sin el escudo de su identidad.

Sin el maravilloso identificador de llamadas, la indefensión es total

Odia las llamadas telefónicas. Si no contesta cree que puede perderse algo vital, si contesta teme que alguna de las voces metálicas del doctor Moreau se incruste en sus tímpanos. Sobre todo, teme a los esclavos-autómatas de la propia compañía, autora del desaguisado y quizá un Moreau contemporáneo, pues de tarde en tarde suena el maldito aparato y, si descuelga, oye el temible mantra automático: "Si está satisfecho del arreglo de su avería pulse cero; de lo contrario, pulse uno, etcétera". Ningún técnico ha solucionado nada, pero el mantra continúa, supone que hasta el final de los tiempos.

Sin el maravilloso identificador de llamadas, la indefensión es total y los doctores Moreau actuales (agua, gas, electricidad, seguros y, por supuesto, bancos) le pueden bombardear con sus promociones. También con voz metálica, un bufete de abogados llama para recurrir sus multas de tráfico: "has sido multado" anuncia el fantasma con un tuteo amenazador. Nadie llama indicando cómo defenderse de los embaucadores que trafican impunemente con la intimidad.

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