_
_
_
_
Reportaje:

Bancos sin dinero

Más de 7.000 personas participan en Barcelona en redes de trueque de tiempo, servicios, conocimientos y bienes

Cuando Climent Garcés, de 55 años, perdió su empleo, se dio cuenta del trabajo que comportaba llevar una casa. Se metió en la cocina y quiso ampliar su recetario. Una vecina a la que hasta entonces no conocía le enseñó trucos para las salsas y cómo sacarle provecho al pescado con escamas además de usarlo para el caldo. Las clases le salieron gratis. Sólo que, al cabo de unos días, arregló un enchufe en casa de otro vecino al que tampoco conocía. Ése es el negocio. Sin dinero de por medio, aunque la mercancía, dicen, es la más valiosa del mundo. El trato es intercambiar tiempo y servicios. Y aunque la clave del éxito es la reciprocidad, las horas que das no siempre te las devuelve la misma persona. Así funcionan los bancos de tiempo, una iniciativa de intercambio solidario que, poco a poco, se consolida en Barcelona y que cuenta ya con 300 socios.

No es la única, porque están también los bancos de intercambio de conocimiento y bienes, y las cooperativas de consumo agroecológico. Más de 7.000 personas participan en 46 experiencias comunitarias que emergieron en la ciudad hace una década como fruto del movimiento vecinal y otros colectivos sociales. "Las cosas se pueden arreglar de otra manera", resume Climent, el espíritu de los bancos de tiempo. Él fue uno de los fundadores del que hay en el barrio de la Barceloneta, creado en 2007 como un proyecto del Plan Comunitario, destinado especialmente a la gente mayor. El banco, sin embargo, lo usan personas de todas las edades e incluso de fuera del barrio. En una lista, apuntan lo que ofrecen y su número de teléfono. "Y ya te llamarán o llamas tú primero si hay algo que te interese", sigue Climent. Clases de cocina, de inglés, de informática, ayuda para llevar la contabilidad doméstica, reparaciones de lampistería o electricidad, un canguro para llevar los niños al colegio y hasta un corte de pelo. Todo cuesta lo mismo si se emplea el mismo tiempo en hacerlo. En tres años, Climent ha hecho 40 intercambios con algunos de los 60 socios del banco de la Barceloneta. Y sigue con sus tareas del hogar. En primavera tiene previsto aprender a cambiar la ropa del armario y a tenerlo siempre ordenado. Puede que quien le enseñe a conseguirlo sea Rosa Benavides, otra de las integrantes de este proyecto solidario. Cuando abandonó su instituto de belleza y su carrera como maquilladora de cine, esta mujer de 66 años decidió que "aunque estuviera jubilada, todavía servía para algo". Tiene conocimientos de cosmética natural y eso es lo que enseña en los cursos que organiza el banco de tiempo. "Ofrezco un estudio de piel personalizado y luego enseño a fabricar cremas y tónicos con verduras y frutas". Rosa, que vive en el barrio de la Sagrada Família, saca partido del tiempo ajeno para las tareas domésticas que se le atragantan. "Colgar cuadros, arreglar un enchufe, coser los bajos de los pantalones o programar el vídeo y la tele, que se me da fatal", explica.

En Barcelona hay nueve bancos solidarios, la mayoría coordinados por el Ayuntamiento y la asociación Salut i Família, pero gestionados por el tejido social de los barrios. Aun así, las asociaciones de vecinos y otros colectivos informales lideran en solitario la mayoría de los proyectos de este tipo. Según la Guía de Redes de Intercambio Solidario que acaba de publicar el Consistorio, las iniciativas emergentes son las 31 cooperativas de consumo agroecológico. Están distribuidas en 73 barrios de la ciudad, si bien gran parte de ellas se concentran en Gràcia.

Anna Puig, de 29 años, lleva cuatro años participando en la cooperativa del Clot. "Decidí comer bien, más sano", explica esta diseñadora gráfica vegetariana y alérgica a los supermercados. Cada semana hace un pedido. Una caja con tres kilos de fruta diversa, una lechuga o una escarola, y cinco tipos de verdura. Todo por 21 euros, transporte incluido. "El precio es más o menos el mismo que pagarías en un mercado, pero aquí sabes que compras directamente a un payés que cultiva sin pesticidas". Esta garantía ha convencido a cerca de 40 personas en el Clot, que no sólo encargan y recogen su compra, sino que también trabajan. Cada semana, dos socios deben descargar el camión, preparar las cajas y despachar los pedidos. La cita es el miércoles a las 19.30 horas. Desde que participa en la cooperativa, Anna es incapaz de comer fruta no ecológica y ha aprendido a cocinar. "De repente tienes coles todos los días porque es temporada y no sabes qué hacer con ellas, así que investigas y descubres muchas maneras de hacerlas". Pero eso no es lo más importante. Anna destaca por encima de todo "la importancia de valorar lo que comes" y la "implicación en el grupo".

Estos proyectos, que favorecen la dinamización asociativa y la inclusión social, "tienen en su base valores como la solidaridad, la cooperación, la reciprocidad, la confianza, la transparencia y la responsabilidad", dice la guía del Ayuntamiento. Y lo mejor de todo es que llegan a donde la Administración, a veces, no puede hacerlo.

La red de intercambio de conocimientos de Nou Barris es un ejemplo de ello. Nació hace 16 años y cuenta con 375 participantes. En 2009, quizá por la crisis, registró 250 nuevas incorporaciones. Su presidente, Rafael Juncadella, resume la filosofía del proyecto: "Todo el mundo sabe algo que puede enseñar y todo el mundo ignora algo que puede aprender". Él lo descubrió en el centro de adultos donde trabajaba y eso lo animó a ponerse en contacto con los impulsores de la primera red de intercambio en Cataluña, nacida en L'Escala (Alt Empordà) e inspirada en experiencias similares desarrolladas en Francia. Ahora, la red de Nou Barris concentra el 80% de la actividad del Centro Cultural Tom i Guida y hace posibles 70 intercambios a la semana, que se realizan siempre en grupo. Rafael es uno de los participantes más activos. Da "clases de catalán y castellano para inmigrantes y cursos de autorrealización personal" a cambio de lecciones de francés.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO
Dos mujeres cogen verdura en una cooperativa del barrio del Clot.
Dos mujeres cogen verdura en una cooperativa del barrio del Clot.EDU BAYER

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_