_
_
_
_

Centro de masajes, pero no de cuello

La policía detiene a un matrimonio acusado de regentar un burdel en la calle de Velázquez en el que trabajan mujeres chinas

El negocio está situado en la calle de Velázquez, muy cerca de la milla de oro de Ortega y Gasset. Parece una cosa, pero ha resultado ser otra. La Brigada X de Extranjería del Cuerpo Nacional de Policía detuvo ayer a un matrimonio que, presuntamente, regenta un burdel en el que trabajaban mujeres asiáticas sin la documentación en regla. El delito que se imputa a la pareja, un español de 59 años y una mujer de origen chino de 42, es el de explotación laboral.

En el portal de al lado hay una joyería de lujo protegida con pivotes de hierro y en el mismo edificio, pero una planta más arriba, se ubica la peluquería Ruphert abierta desde hace tres meses. "Uy, no sabíamos nada", dice el célebre peluquero, que insiste en que él peina "a estrellas y mujeres divinas" y no conoce el caso.

Una mujer de rasgos orientales elige a la muchacha adecuada para el trabajo

Pero la historia se desarrolla dos metros más abajo. Allí, ayer mismo, seguían ejerciendo la prostitución varias mujeres. El centro de masajes, al que deja acceder una señora de mediana edad que palmea el culo del visitante nada más traspasar el umbral, consta de tres dormitorios con colchones antiguos de matrimonio bastante desvencijados y unas mesillas con preservativos. Ninguna camilla a la vista, ninguna sábana. Por los pasillos, sin embargo, hay dibujos de un cuerpo humano y un croquis de sus zonas de "relax".

Varias mujeres de unos 25 años salen de los dormitorios y revolotean alrededor del extraño. Pero es la mujer madura, también de rasgos orientales, quien elige a la muchacha adecuada para el trabajo.

La chica encargada del masaje, con una especie de camisón muy corto, señala la cama y pone cara extraña cuando se le interpela por un masaje en el cuello. Pregunta a la señora de mediana edad y ambas convienen en que la que sabe dar esa clase masajes está ocupada y lo mejor será que el cliente espere o se vaya. La sala de espera tiene cristaleras y unos sofás verdes. Allí también hay esquemas de cuáles son las zonas relajantes. Finalmente, el visitante se va.

"A algunos les ha tenido que pasar que van a que les den un masaje normal y se deben quedar alucinados", comenta una fuente policial. Porque la apariencia exterior del lugar es bastante equívoca. Unas cristaleras a la altura de las pantorrillas del viandante enmarcan un tablón con los precios de los masajes. Los trabajos tienen nombres sugerentes en chino y también se recomienda probar el té medicinal de este país para relajarse mucho. Incluso en la puerta exterior, junto a las de abogados y empresas con apellidos en inglés, figura la placa metálica del lugar.

El portero, que ocupa un pequeño chiscón cercano al "centro de masajes", desconocía la intervención policial. Pero, según los agentes, las sospechas partieron de una denuncia de alguien que insinuó que allí podrían estar trabajando en condiciones ilegales. Ante el continuo trasiego de gente, explica la policía, se inició una investigación que concluyó que el comercio estaba abierto desde la mañana hasta la madrugada. Sin embargo, el cartel del negocio dice que cierra a las diez de la noche. Ninguno de los vecinos del inmueble dice saber nada de las actividades en el centro de masajes.

La pareja detenida, que ya ha sido puesta en libertad, tiene antecedentes por hechos iguales en los años 2007 y 2009. Las mujeres sin documentación fueron trasladadas a comisaría. En total fueron cuatro las trabajadoras sin documentación. En la operación también participó la Inspección de Trabajo del Gobierno regional.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_