Respuesta
El excelentísimo embajador de Israel, Raphael Schutz, publicó en EL PAÍS del 20 de enero una carta al director cuyo objetivo, a mi juicio, resulta indefinido, porque no se sabe si trata de aportar datos, protestar por todo y su contrario o acusar a Javier Valenzuela y a mí mismo de haber publicado, el 16 de enero, sendos artículos en los que se opinaba, meramente de paso, sobre la política israelí tanto en el contexto estratégico mundial como en relación a los territorios palestinos ocupados.
El honorable representante de Israel recita primero la posición oficial de su Gobierno respecto a las colonizaciones en los territorios ocupados. Se aprende, entre otras novedades, que la estrategia de Benjamín Netanyahu es más positiva que las de Isaac Rabin o de Simón Peres.
Ojalá que la ONU, la inmensa mayoría de los Gobiernos del mundo y los palestinos que sufren las humillaciones y la inseguridad en Jerusalén y Cisjordania o viven en el infierno de Gaza, lo pudieran creer.
También considera, aludiendo al artículo de Valenzuela, que no hay correlación alguna entre el auge del yihadismo, duramente criticado en el artículo del citado periodista, y el rechazo de hecho por parte de Israel a la creación de un Estado palestino.
Pero basta con escuchar a los movimientos radicales islamistas, incluido el Hamás palestino, para darse cuenta de que la actual política de Israel actúa en sus mentes como leña sobre el fuego.
Dejando de lado las consideraciones personales del honorable embajador sobre el calentamiento global, el hambre, la amenaza nuclear de Irán, etcétera, vamos al meollo de su carta: la alusión, propiamente escandalosa, a que los que no comparten la política de la derecha y la extrema derecha representadas en su Gobierno son hoy en día los mismos que "hace unos cientos de años" acusaban a los judíos "cuando se producían catástrofes como la peste y otras plagas". ¡Lo que significa que criticar la política del Gobierno de Israel es ser... antisemita! Es un chantaje intolerable, inhabitual en la gran tradición diplomática de Israel, y que, además, supone un insulto a todos los que luchan por la paz y la hermandad entre palestinos e israelíes.
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