Guerra por los nichos en Santa Comba
El párroco se negó a enterrar a una vecina porque la familia no pagó 250 euros
En el nicho con un solo ramo de flores que se ve al fondo de la foto, más allá de esos otros dos huecos floridos que aparecen algo más cerca, está sepultada Celia Suárez Pazos. La enterraron con sus manos los propios familiares, y luego a alguien se le ocurrió pedir a todos los presentes que rezasen un padrenuestro y un avemaría, porque una cosa es Dios y otra muy distinta la Iglesia y las razones terrenales que la mueven.
En la escena faltaba el cura. También los de la funeraria. Ocurrió el martes por la tarde en el camposanto de Santa Comba, que está a pocos metros de la iglesia de San Pedro, ese día abarrotada por "más de mil personas" que querían despedir a la querida dueña del Mesón Suárez. El sacerdote, José María Pintos, ofició el funeral, pero luego se negó a acompañar a la difunta hasta la puerta de embarque de su último viaje, según dijo, porque temía incurrir en una ilegalidad. Así que la familia le pidió apoyo a la funeraria Carracedo, la del tanatorio local, y como ésta también se negó, terminaron haciéndolo todo los de casa. El martes por la tarde, las flores y las coronas daban para cubrir al menos ocho filas de nichos. Cualquiera hubiera notado que en el panteón 159 se hallaba la recién llegada. Pero ayer de toda esa pompa no quedaba ni rastro. En su lugar estaban las cámaras de la tele, que acudieron al lugar buscando unas declaraciones del cura.
Los propietarios han denunciado en el juzgado al Arzobispado
"A los otros que enterré fue porque ya pagaron, o por benevolencia"
Celia, que deja viudo y dos hijos, tenía 57 años, pero llevaba bastante tiempo mal del corazón. Últimamente, comentan los vecinos, decía que "quería ir a su panteón", no a otro de prestado.
Tirando del hilo, detrás de todo esto hay una madeja bastante liada que tiene el otro cabo en año 2001, cuando 214 familias acordaron comprar a un promotor de Carballo, José Bardanca ("especializado en hacer cementerios por parroquias de la provincia"), los panteones con tres huecos que éste iba a construir en el que sería el tercer ensanche del camposanto. Quedaron en pagar al constructor, cada uno, 3.605 euros a plazos, y la última factura, según explica José Luis Ferreiro, portavoz de la Asociación de Propietarios Afectados por la Ampliación del Cementerio de Santa Comba, se abonaría cuando se rematasen las obras.
Pero en 2007, Bardanca, de nuevo según la versión de los vecinos, abandonó la obra sin terminarla "porque es insolvente, ya le ha salido algún juicio en contra y tiene una deuda grande con el de la piedra". Faltaban, y siguen faltando, las placas de granito con los nombres de las familias, las escaleras de acceso a esta fase del camposanto, la rampa para minusválidos, cañerías para dar salida a la lluvia, la luz, los pórticos de entrada "en la parte sur y norte, como estaba en el contrato", y una capa de gravilla en el suelo, "que ahora es de puro barro". "Mientras la empresa no cumpla, nosotros no vamos a pagar los 901 euros que faltan", advierte Ferreiro.
Pero éste no es el único atranco, y para nada el peor. El verdadero problema llegó cuando, también según los afectados, "el constructor le cedió los terrenos sobre los que había levantado los nichos a la Iglesia Católica". Eso fue también "hacia el año 2007", y a partir de entonces "el cura, en nombre del Arzobispado, empezó a reclamar cuartos a los 214 propietarios". Cada uno debería abonar 250 euros a cambio del título de propiedad, porque los panteones se asentaban sobre suelo de la Iglesia.
Pintos Recarey, el párroco, afirma que "hay cien vecinos que ya pagaron y tienen todo en regla". Pero la otra mitad se resiste a saldar esta cuenta que les cayó por sorpresa. Encargaron camisetas y una pancarta ("Por mor duns lambóns, oito anos sen panteóns") y convocaron varias manifestaciones multitudinarias. Además, denunciaron a la Iglesia en el Juzgado y afirman que la primera vista está al caer.
El sacerdote, por su parte, no aclara desde cuándo son del Arzobispado los terrenos ni cómo los adquirió, y niega haber recibido ninguna notificación del juez. "Por lo visto, hay un juicio pendiente. Eso dicen", comenta, "pero éste es un cementerio parroquial, no municipal ni vecinal. Aún encima de que solucionamos el problema de enterramientos que tiene este país... La Iglesia Católica está prestando un servicio inestimable y así nos lo pagan. Los familiares ya estaban avisados, y al principio me habían dicho que accedían a enterrar a la mujer en un nicho de un familiar. Pero luego, en el tanatorio, se empeñaron, y yo no podía avalar ese entierro, que es ilegal porque no pagaron".
En los nuevos panteones de Santa Comba, desde 2007, ya fueron sepultados más de veinte parroquianos, pero a Celia le tocó morir en lo más enconado de esta guerra. "A los otros que enterré fue porque ya pagaron o, por benevolencia, porque murieron antes de que estuviesen terminadas las obras", se justifica el cura. Claro que los vecinos siguen diciendo que las obras están sin acabar.
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