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Columna
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Deseos de año (político) nuevo

Joan Subirats

Estamos en año electoral y los partidos van preparando sus agendas de campaña mientras perfilan candidatos y hacen números sobre cómo financiar todo el asunto. El momento exige que no sea una campaña como las anteriores. Y aunque es cierto que todas se parecen y todas son distintas, en este caso deberíamos esperar que los partidos fueran capaces de encontrar pautas para ayudar a la ciudadanía a estructurar un buen diagnóstico sobre el cambio de época en el que nos encontramos y al mismo tiempo ofrecieran salidas consistentes con los valores e intereses que afirman representar. No sé si necesitamos un nuevo Gobierno en Cataluña. De lo que sí estoy seguro es de que necesitamos una nueva manera de hacer política en Cataluña. ¿Se atreverán a admitir que no estamos en una crisis coyuntural?, ¿evitarán prometer que todo volverá a ser como antes?, ¿aceptarán que las cosas son complejas y que ellos sólo pueden ayudar a que entre todos encontremos salidas al laberinto en el que nos hemos ido metiendo?, ¿serán capaces de relacionar la fuerza con que la gente debate el sentido de lo que hace, qué futuro les espera a ellos y a sus hijos, lo complicada que es la vida o cómo encarar las tareas de cuidado en un escenario de competitividad salvaje, con lo que los candidatos transmitan, incorporen y propongan?

Deberíamos encarar la renovación política y social desde la fuerza de lo común, buscando conectar la economía con la vida y el entorno

Me gustaría ver a políticos menos estereotipados y menos previsibles, más dubitativos y cercanos, menos seguros de sí mismos y, en cambio, más radicales en sus valores. Políticos con trayectorias que sean consistentes con lo que (ahora) afirman, con más sentido de gobierno, pero menos obsesionados por sentarse en él. Políticos y partidos a los que cuando hablan de corrupción y de transparencia no les tiemble la voz pensando en los cadáveres que guardan en sus cajones y rinconcitos de memoria. Partidos y políticos dispuestos a colgar en Internet sus cuentas y que defiendan la transparencia general de las instituciones en las que quieren trabajar. Políticos que reconozcan que se acaba un mundo y que empieza otro, y que no saben muy bien cuál será el papel que les tocará desempeñar, pero que están dispuestos a buscar las salidas colectivas que mejor garanticen los valores que dicen defender.

La desconfianza social con relación a los políticos ha alcanzado cotas nunca vistas. Pero la rabia y el cabreo, si no se logra incorporarlos a procesos transformadores reales, sólo sirven para que los aprovechen millonarios y oportunistas en busca de liderazgos socialmente demagógicos y personalmente rentables. Prometen cambiarlo todo, pero sólo cambia a mejor para ellos y sus compinches. Las previsiones de participación electoral son bajas, y más bajas serán si no se logra conectar irritación con transformación social. No hay salidas fáciles del agujero en el que estamos. Deberíamos encarar el tema de la renovación política y social desde la fuerza de lo común; buscando conectar economía con vida y entorno, educación para todos y para toda la vida; asegurando que Internet sea un arma colectiva de información y comunicación, y no una nueva forma de apropiación privada del esfuerzo colectivo; trabajando para las seguridades colectivas y no sólo para la seguridad de los que la logren presionando o pagando. No hay debate serio sobre soberanía o sobre el derecho a decidir que no incorpore este tipo de cuestiones. Si no somos capaces de exigir la conexión de los temas vitales y estructurales con los temas políticos e institucionales, la confusión será formidable, y en ella navegarán con fruición todo tipo de demagogos y oportunistas. Hablamos del derecho a decidir sobre el futuro de Cataluña como nación, pero no estaría mal que los catalanes y catalanas tengan también la capacidad de decidir sobre su propio futuro, personal y colectivo.

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