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Columna
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Globos

David Trueba

Hay quien sostiene que Hollywood organiza premios para que Meryl Streep los reciba. Va para largo. Ha logrado que los cirujanos plásticos no gobiernen su destino, pero además es capaz de salir y decir algo con sentido: "He interpretado a tantas mujeres excepcionales que algunos hasta creen que yo lo soy". La industria americana ha encontrado un filón publicitario en estas competiciones. En los Globos de Oro, nombre que a veces remite a una ironía sobre la silicona que domina las pecheras de tantas celebridades, los creadores norteamericanos se someten al designio de unos ochenta reporteros extranjeros acreditados en Hollywood. Desde hace muchos años, la turbiedad del asunto no roba protagonismo al glamour y la publicidad. He de reconocer que a mí las cosas que más placer me producen de estas ceremonias es ver a Michael Haneke, que rueda películas deprimentes, demoledoras y sin resquicio para el optimismo o la bondad humana y sin embargo sale sonriente, recoge su galardón y se lo dedica a sus estupendos productores y a su mujer que tanto ama. No parece que lo sombrío de su mundo creativo sea un problema para disfrutar de una gala encantadora. Luego uno aprecia que un premio vaya a parar a la gran comedia The hangover o a gente como Jeff Bridges o Robert Downey o Drew Barrymore, que remiten a lo más hermoso de este oficio: la resistencia incluso al éxito.

Los vestidos y peinados producen una cierta sensación de monotonía, como si la belleza fuera una única manida forma de presentarse. Aparte de las psicopatías europeas como las que retrata Haneke o da vida el nazi secundario de Tarantino, el mundo no norteamericano tiene poco que decir en estas fiestas, como mucho se invita a las bellezas foráneas, en este caso Sofía Loren, Penélope Cruz o Marion Cotillard. El presentador, Ricky Gervais, puso el toque de humor británico, capaz de reírse del divorcio de Paul McCartney o el alcoholismo de Mel Gibson.

Para los espectadores aficionados a las series de televisión, las confirmaciones de Mad men, Dexter o los futuros placeres de la miniserie Grey Gardens. Mientras el cine necesita la pasión de Scorsese por recuperar piezas maestras de la historia, algunas se están pudriendo en nuestras filmotecas mientras la máquina sigue fabricando novedades.

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