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AL CIERRE
Columna
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Tàpies

Estaba en el piso de arriba de la galería. A su lado, como siempre, su esposa Teresa abría unos regalos que les acaban de entregar. Apoyado en su bastón, sin gafas, saludaba a los conocidos afablemente, si bien le costaba entender lo que le decían porque su sordera es pronunciada y, sin intención de ofender, lo cierto es que para hablar con Tàpies hay que alzarle la voz.

Son 86 años cumplidos el pasado diciembre y se le notan en el porte, pero no en el arte. La exposición que ayer inauguró en la galería de su hijo en Consell de Cent, la Toni Tàpies, es buena prueba de que sigue en forma, profundizando y depurando un vocabulario expresivo que consolidó hace ya bastantes años. Como le pasaba a Miró, otro artista longevo también en lo creativo, a Tàpies las ganas y las ideas no se le acaban. "Al final del verano, que como cada año dedico a pintar en mi estudio de Campins, tenía 40 obras y al verlas juntas pensé que, bueno, pese a todo parecía que fuera más joven", comentaba ayer.

Hay que releer sus ensayos; sin duda, es uno de los mejores teóricos del arte que tenemos
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El verano de Tàpies en Campins

En sus obras dice que hay un reflejo de lo que pasa en el mundo y, al ver la pintura con una sencilla y casi proletaria camiseta blanca, se entiende un poco por qué lo dice. "Los artistas siempre tenemos la ilusión de que podemos hacer cosas para arreglar un poco el mundo, para que funcione un poco mejor", comenta humildemente. Y la frase, como sucede con su pintura, debe leerse no en un sentido presuntuoso, sino en el contexto de una manera muy brillante de entender la función del arte en la sociedad. De hecho, además de ir a ver la exposición, vale la pena releer a Tàpies, sin duda uno de los mejores teóricos del arte que ha dado Cataluña, y España.

Galaxia Gutenberg recopiló hace poco más de un año sus ensayos en una cuidada edición de Xavier Antich titulada En blanco y negro, que fue la primera antología en castellano de sus escritos (en catalán, Edicions 62 la publicó en 1996 con selección de J.V. Yvars). Más que recomendables, sus escritos son imprescindibles no sólo para entender el universo de un artista que ha destilado la llama de lo espiritual de la confusa materia, sino también para aclarar más de una cuestión sobre el arte visto desde hoy. Sobre cómo todavía puede ayudarnos a sobrellevar el mundo, y a nosotros mismos.

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