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Reportaje:SI LOS EDIFICIOS HABLASEN

El tren vertical que rascó el cielo

La torre de Norman Foster posee los ascensores más punteros de España

El primer ascensor de Madrid funcionaba con agua. Un pistón hidráulico lo empujaba hacia arriba y luego desaguaba en la alcantarilla. Su instalación, en una casa de cuatro pisos de la calle de Alcalá número 5, duró tres meses y costó 2.500 duros. Así lo explica el contrato que conservan en la compañía Zardoya Otis. Está fechado en diciembre de 1877. Velocidad del aparato: 10 metros por minuto.

Unos 20 años antes de aquel primer elevador madrileño, Elisha Grave Otis presentó el invento en la Exposición Universal de Nueva York de 1854. Subido a cuatro pisos de altura, ordenó que cortasen con un hacha la única cuerda que sujetaba la plataforma. En vez de desplomarse, bajó lentamente hasta detenerse. "Estoy bien, caballeros", tranquilizó Otis a la atónita concurrencia. Ante sus ojos acababa de nacer la ciudad moderna.

La cabina de cristal se eleva sobre la Castellana a siete metros por segundo

"Sin ascensores no existiría la arquitectura tal como la conocemos; hicieron posible el rascacielos", dice Luis Miguel Alcázar, directivo de Otis a bordo del "ascensor más puntero de España". Cuelga, junto a otros 14, de los 250 metros de la torre Caja Madrid, la del arco en lo alto, la de Norman Foster (construida para Repsol y adquirida por la caja en 2007 por 815 millones). La cabina de cristal se eleva sobre la Castellana a siete metros por segundo, 42 veces más deprisa que su tatarabuelo madrileño (los ascensores de la nueva torre Burj Dubai, la más alta del mundo, también instalados por Otis, alcanzan los 10 metros por segundo).

Y sin embargo: "La parte mecánica no ha evolucionado demasiado, las vías, como las de un tren vertical, siguen siendo de hierro", dice Alcázar, "el gran salto es la electrónica". La electrónica permitió que los ascensores prescindiesen de los cinematográficos ascensoristas, y ahora ha eliminado incluso los botones. Cuando un oficinista pasa su tarjeta de acceso por el torno del imponente lobby de la torre, éste le dice a qué ascensor debe dirigirse. El cerebro electrónico manda el ascensor que más le convenga dependiendo del piso al que vayan el resto de pasajeros. En la tarjeta se puede especificar incluso si el oficinista en cuestión sufre de vértigo, y entonces el cerebro le asignará un ascensor interior, sin vistas al vacío.

La ventaja de que la gente no ande trasteando con los botones es doble. Por un lado, aumenta la seguridad de edificio (los expertos lo llaman "la pirámide de acceso", es decir, que uno sólo puede ir a la planta a la que tiene que ir). Por otro lado, el sistema inteligente optimiza el gasto energético, el tiempo de espera y el tráfico de personas. Los ascensores viajan lo más llenos posible (hasta 24 personas, 1.800 kilos) y realizan el menor número de paradas. Esto último permite que alcancen su velocidad punta, porque los que viajan hasta la planta 34, la última -la mitad de los elevadores sólo llegan al piso 17-, necesitan 53 metros para acelerar y otros 53 para ir frenando sin incomodar al pasajero.

La ausencia de botoneras tiene otra ventaja no menos importante: los ascensores son preciosos. Cubículos minimalistas diseñados siguiendo las instrucciones del propio Foster con limpios paños de cristal. El espectacular descansillo de la planta baja parece una lanzadera espacial. Paredes de pulido cristal negro, con puertas blancas y un par de consolas táctiles donde las elites de la pirámide de acceso pueden elegir su piso de destino. Sólo un pequeño cartel de "No usar en caso de incendios" rompe la estética. "Es una pena, pero es obligatorio por ley", explica el experto.

Dentro del ascensor los oídos se taponan levemente, pero el viaje es tranquilo. "El cuerpo no siente la velocidad, lo que notamos es la aceleración", dice Alcázar. Por encima de un metro por segundo cuadrado comienza "la sensación en la boca del estómago"; para evitarla, los ascensores viajan por debajo de esa cifra. Todo está calculado: los elevadores panorámicos se calibran teniendo en cuenta que los pasajeros tenderán a colocarse al fondo, por las vistas. "Éste es el medio de transporte más seguro del mundo", presume el experto. Y eso a pesar de que cada tres días suben y bajan en ascensor 6.000 millones de personas en todo el mundo, el equivalente a la población de la Tierra.

Torre Caja Madrid

- Autor. Norman Foster.

- Construcción. 2004-2009.

- Estilo. Tecnológico.

- Ubicación. Castellana, 259 (plaza Castilla).

- Función. Oficinas.

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