Abjazia busca aliados para liberarse de Moscú
La región separatista recela de la excesiva dependencia de su protector
Abjazia, el territorio del mar Negro que se autoproclamó independiente tras una cruel guerra con Georgia (1992-93), quiere que Rusia la ampare, pero no la ahogue. La tarea es de filigrana porque Moscú, que reconoció a Abjazia (junto con Osetia del Sur) como Estado en 2008, es vital para su existencia.
Con sus tropas y buques de guerra, Moscú protege los lindes de Abjazia con Georgia y 214 kilómetros de costa, lo que da seguridad a los turistas rusos que se internan en esta región de tradiciones paganas donde aún se celebran ritos de adoración a la naturaleza y sacrificios de animales. De vez en cuando, los georgianos apresan cargueros turcos que traen gasolina o se llevan madera y los abjazos hablan de "piratería". Por los puestos fronterizos cercanos a Sochi, sede olímpica en 2014, Abjazia recibe a los visitantes y exporta mandarinas, su principal mercancía. Moscú le subvenciona el presupuesto e invierte en infraestructura. La petrolera estatal Rosneft va a buscar petróleo en el litoral.
Los abjazos usan el rublo, y el ruso amenaza con desterrar su idioma
Los abjazos usan el rublo y los pasaportes rusos que Vladímir Putin les repartió con generosidad. Rusia les imprimirá también nuevos "pasaportes abjazos" porque desconfía de los que Sujumi encargó en Turquía.
La guerra ha hecho menguar la población de Abjazia y su carácter cosmopolita. De los 215.000 habitantes, más de 96.000 son abjazos (44,6%), y casi 45.000, armenios (20,1%). Los georgianos, que eran la comunidad más nutrida al desintegrarse la URSS, son 43.000 (incluida la comunidad de los megrelos), según datos oficiales. El turismo en Abjazia tiene aún sabor casero, pero la especulación acecha. Por ley, un extranjero no puede poseer tierra, pero los rusos adinerados recurren a testaferros y trucos para comprarla. Mientras, desaprensivos locales, en complicidad con funcionarios corruptos, se apoderan de las casas abandonadas por georgianos o desatendidas por miembros de otras comunidades.
La clase política abjaza es rotundamente prorrusa, pero muestra matices ante los acuerdos militares con Moscú. Éstos han hecho que los rusos "hayan recibido muchos derechos y que en la práctica no se sometan a la legislación abjaza", afirma Inal Jashig, director de un periódico local. "Los guardafronteras rusos podrán privatizar sus viviendas como los militares abjazos. Así que en 15 años, se pueden asentar aquí de 30.000 a 40.000 personas más", calcula Jashig.
"Si un soldado ruso transgrede la ley, se somete a la jurisdicción rusa y no a la justicia abjaza", afirma el ex presidente Raul Jádzhimba. Y añade: "Además, las guarniciones rusas escapan a nuestra jurisdicción, porque las autoridades abjazas no pueden entrar en ellas".
El presidente, Serguéi Bagapsh, ha salido reforzado de su reelección en diciembre. En los comicios hubo irregularidades, pero el nivel de democracia en Abjazia es envidiable comparado con Rusia. A ello contribuye un cultivado grupo de intelectuales locales, unos medios de información críticos y la entidad democrática por excelencia en Sujumi (la capital): el bar Brejálovka, en el paseo marítimo, donde las tertulias comienzan temprano por la mañana. Muy debatidos han sido los planes de Bagapsh de contratar a los Ferrocarriles de Rusia para que reconstruyan el ferrocarril costero abjazo y pagarles con un crédito ruso de 2.000 millones de rublos (unos 46 millones de euros). Para la oposición, eso supondría regalar a Moscú el litoral.
Pese al apoyo del Kremlin, Abjazia no olvida el bloqueo económico que el presidente Borís Yeltsin le impuso en los noventa para forzarla al acuerdo con Georgia. De ahí que Abjazia practique una política "pluridimensional". "Confidencialmente siempre digo a mis colegas europeos que queremos un equilibrio, que no queremos que Rusia domine aquí, que queremos que vengan otros, Turquía, Europa, Estados Unidos, todos", afirma Serguéi Shamba, ministro de Exteriores abjazo. "Transmitir nuestra postura a Europa es prioritario, pero los europeos no saben cómo tratarnos", afirma. En la UE "se niegan a ver nuestra realidad y piensan que si Rusia nos ha reconocido, ellos no deben hacerlo. En Rusia hay círculos que aún esperan que nos incorporemos a ella y, para eso, necesitan que nosotros no tengamos otras posibilidades".
Shamba apoya la fórmula que permitirá a la ONU mantener en Abjazia a un equipo volante de cinco personas vinculadas al proceso negociador que reúne en Ginebra a representantes de la UE, la OSCE, la ONU, Rusia, Georgia, Abjazia y Osetia del Sur.
Los abjazos afirman con orgullo su identidad, pero el entorno idílico en el que viven no estimula el trabajo de "forjar un Estado". En las condiciones actuales, la lengua abjaza corre grave peligro de extinción y no "está en condiciones de competir con el ruso", dice el lingüista y asesor presidencial, Viacheslav Chirikba. La sociedad abjaza, señala, está cometiendo un "suicidio de la lengua nacional" y avanza hacia el ruso como lengua única.
En ruso son la mayoría de las asignaturas en las escuelas, los debates en el Parlamento, las leyes (que se traducen al abjazo) y la publicidad. "Si no conservamos la lengua, ¿para qué necesitamos la independencia?", se pregunta el lingüista. Hace años, Chirikba conoció en Turquía al último hablante de una de las lenguas de los pueblos del Cáucaso obligados a huir al Imperio Otomano al finalizar la conquista rusa en 1864. "Si no lo remediamos, podría pasarnos lo mismo", dice.
A la conquista de Latinoamérica
Abjazia mantendrá en 2010 una intensa ofensiva diplomática en Latinoamérica, donde ha encontrado inesperados simpatizantes entre los aliados del presidente venezolano, Hugo Chávez.
Después de Rusia, Nicaragua fue el segundo país en reconocer a los separatistas, en septiembre de 2008. Un año después, siguió Venezuela, gracias al esfuerzo del abjazo Zaur Guadzhava, el entrenador jefe de la selección venezolana de boxeo. Guadzhava trata también de abrir camino a Abjazia en otros Estados, según el ministro de Exteriores, Serguéi Shamba. Maxim Gvindzhiya, viceministro de Exteriores, ha anunciado un viaje a Venezuela y Perú en febrero. Previamente visitó Ecuador, que "estudia seriamente el asunto", y se entrevistó en Caracas con los dirigentes de ALBA (Alternativa Bolivariana para América, impulsada por Chávez) en diciembre. Ese mes, Nauru, una minúscula isla del Pacífico con apuros económicos, se convirtió en el cuarto miembro de la ONU que reconoce a Abjazia.
Así pues, los secesionistas se niegan a hacer caso a Vladímir Putin, quien dijo una vez que a Abjazia le basta con el reconocimiento de Rusia. El Kremlin no trabaja para que otros países reconozcan a Abjazia, pero si esto sucede, Moscú ayuda desde sus embajadas, dice Shamba. Eso, mientras los reconocimientos sean de carácter exótico y no interfieran con la política rusa.
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