Rebajas en Cuaresma
La imagen tópica de las rebajas de invierno, iniciadas el jueves en casi toda España, remite a una estampa de libertad inversa: los que están fuera, en la calle abierta, pugnan por entrar en el cercado. Un plano tomado desde el interior del gran almacén muestra al fondo a una multitud que se agolpa contra las cerradas puertas de cristal. Los rostros muestran expectación, ansiedad o codicia, como si fueran a iniciar una carrera para ocupar las tierras más feraces de Oregón. A la hora señalada, el empleado abre la cancela y se retira prudentemente a un lateral para evitar el atropello. La multitud se disemina por el edificio a gran velocidad; anega los mostradores siguiendo las leyes de la mecánica de los fluidos que ocupan todo el espacio disponible. Los movimientos de los ávidos compradores se parecen a las oleadas caóticas que se dan durante los saqueos (en apagones, desastres y revueltas). Pero no está claro quien saquea a quien, si el cliente enfebrecido al encallecido comerciante o viceversa.
Y eso que este año las rebajas tienen el color mustio de la crisis. Parecen algo así como un Carnaval celebrado en periodo de Cuaresma. Desde agosto las tiendas y centros comerciales se han adelantado a las rebajas con descuentos, ofertas y otros eufemismos para animar un consumo hundido bajo el peso de cuatro millones y medio de parados. El discurso rezuma ambigüedad. El pequeño comercio se queja de que la recesión ha cerrado 40.000 tiendas en España y ha puesto en el paro a 90.000 empleados; pero a continuación se reanima a sí mismo y se promete que las de este año serán "unas rebajas de escándalo", con recortes de precios de hasta el 50% y más ventas que en 2009.
Ni la recesión ni el temporal de nieve pueden con la ilusión impostada de las rebajas y sus pertinaces estribillos ("Rebajamos el precio, pero no la calidad" o "Hay que evitar las compras compulsivas"). Son un fenómeno telúrico, como la inclinación de los polos, las calles desventradas de Madrid o las gafas de sol de Carlos Fabra; boyas rutilantes ante un porvenir incierto. Advirtió David Hume que los hombres necesitan percibir que el futuro se parecerá al pasado. Las rebajas ayudan a ese embeleso. Zapatero y Rajoy también.