La importancia de la familia en los primeros pasos artísticos
Uribe: "Viví en un mundo de mujeres" Junkera: "Rekalde era el patio interior"
Los primeros pasos artísticos. El legado familiar.
Pregunta. ¿Qué les lleva a la música o a la poesía: la familia, su ambiente, sus lecturas?
Kirmen Uribe. Hay muchos factores. Primero, mi familia de Ondarroa es de tradición oral, mi abuela era muy cantora y mi madre muy contadora de historias. Eso me ha influido a la hora orientarme. Al final lo que hago es contar historias, es lo que escuchaba de niño, y lo he vuelto a recuperar. Como Pedro Almodóvar, yo también de pequeño, viví en un universo de mujeres. Mi padre venía de cuando en cuando, porque pasaba media vida en la mar. Vivía con mis tías, mi abuela, mi madre, y eso me ha influido muchísimo a la hora de cómo contar historias. Y en el instituto ya empecé a leer mucho, a escribir, incluso. A leer poesía muy tempranamente: Poeta en Nueva York, de Lorca, junto con autores de aquí como Gabriel Aresti o Bernardo Atxaga. Y luego en la Universidad, en Vitoria, ahí me hice mayor con todos los poetas, escritores y músicos que conocí. Fui aprendiendo el oficio.
Junkera: "Cuando empezaba a tocar, mi 'ama' se ponía a bailar en la cocina"
Uribe: "Lo que hago es contar historias, es lo que escuchaba de pequeño".
Uribe: "Me gustaba el Bilbao industrial. Me ha atraído ese Bilbao gris siempre"
Kepa. Junkera. En mi caso es muy parecido, por la fuerza que me han transmitido mis abuelos y, sobre todo, mi ama. Son vínculos muy especiales. Luego, está claro que la decisión está en uno mismo, y con otras confluencias que ocurren en la vida y en tu entorno. Como en el ejemplo de Kirmen en Ondarroa, donde la costa le da fuerza, en mi caso es el barrio, la ciudad y su gente.
P. Y en los dos la influencia de la madre.
K. U. Mi madre siempre ha sido una persona muy abierta. Viene de la tradición del 68 y siempre me ha enseñado a ser una persona abierta, a no cerrarme en tópicos, en clichés, a no dejar de lado a un amigo, a un conocido por sus ideas políticas, por ejemplo.
K. J. En mi casa, desde siempre, mi madre siente un gran amor por su barrio y por su cultura, por intentar que sus hijos tuvieran un futuro mejor y más justo. Me acuerdo que cuando empezaba a tocar -yo soy autodidacto- mi ama se ponía a bailar en la cocina.
P. Es decir, que la aportación de las madres a la hora de transmitir ese legado cultural ha sido más destacado que el paterno.
K. J. Bueno, el padre de Kirmen estaba en la mar, y el mío en la construcción. Era el típico trabajador de entonces, que prefería estar media hora esperando en la cocina para salir, antes que llegar tarde al curro. Me levantaba algún día temprano para estudiar, y ahí estaba, quieto en un rincón de la cocina. Era de pocas palabras. Tengo una imagen grabada. Yo iba en un taxi de Rekalde al aeropuerto, y mi padre también salía de casa con su txapela, con su jersey, andando. Mis padres no tienen coche, ni saben conducir. Fue un golpe, como un flash, esa imagen del padre con txapela, caminando a su mundo a esas horas de la mañana, y yo en un coche para irme a otro sitio más lejano. Creo que es muy importante el valorar a todos los niveles las fuentes que nos han inspirado luego en nuestras profesiones. Valorar el legado familiar.
P. ¿Qué ha significado Bilbao en vuestro trabajo y en vuestras vidas profesionales?
K. U. Me acuerdo que, de pequeño, en la ikastola nos pidieron una redacción sobre una ciudad bella. Y toda la clase eligió Donostia. Parecía normal, la Concha, Igeldo, etc... Fui el único que eligió Bilbao y me preguntaron ¿por qué? Pues porque me gustaba el Bilbao industrial, los autobuses azulitos... El Bilbao gris, siempre me ha atraído. Escribía en la redacción que había sitios bellísimos en la ciudad, y sigue siendo verdad, que había que saber admirar, detrás de toda esa polución que cubría la ciudad, la riqueza que escondía.
K. J. Ahora ha cambiado, pero los que viajamos debemos ser los embajadores de este nuevo Bilbao, que también es espléndido. A mí me pasaba algo parecido, siempre intentando explicar esa belleza de lo que tu amas, que al final es tu barrio, tu ciudad y tu gente, que entonces era más incomprendida que ahora. En Rekalde, por ejemplo, nos conocíamos todos y era como el patio interior. Un lugar para siempre. Imaginaos lo que representaba la escalera para nosotros, con mis tíos abajo, tocando la trikitixa de casa en casa cuando había alguna fiesta.
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