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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La Nena

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo ha concedido la pensión de viudedad a María Luisa Muñoz, La Nena. La defensa arguyó en la vista que en 1971 el único tipo de matrimonio que conocía Muñoz Díaz era el gitano y que, aunque la letra de la ley no lo incluía, sí lo hacía el espíritu. Quienes hemos trabajado con colectivos de etnia gitana sabemos perfectamente que uno de los entretenimientos con el que más disfrutan las niñas gitanas, con tan sólo ocho o nueve años, consiste en escenificar el matrimonio por el rito gitano. Esto explica claramente que es inherente a su cultura y no cabe la menor duda de que, como ellos manifiestan, "sin firmar un documento, hemos un hecho un compromiso", y de ahí que el carácter espiritual sea indiscutible.

Seguramente esto debería haber sido legislado hace tres décadas para garantizar la asimilación de las minorías étnicas y que sus costumbres hubieran tenido reconocimiento tiempo atrás, sin quedar circunscritas exclusivamente a la cultura gitana. Por su parte, el tribunal pide además que se establezca un consenso europeo que reconozca las necesidades particulares de las minorías y la obligación de proteger su seguridad, su identidad y su modo de vida.

Curiosamente, el Estado español sí les había reconocido el estatus de familia numerosa. Felicidades, señora Muñoz. Ha ganado usted una batalla que me parece totalmente legítima.- Javier Sellers Cerdá. San Juan, Alicante.

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Que paguen a La Nena la pensión puede ser razonable dados los hechos que concurren. Pero que el tribunal europeo diga que es válida la ley gitana para los efectos legales y que hay que respetar las peculiaridades de las minorías para integrarlas lo considero un disparate. No me baso en tomos de Derecho, sino en el opúsculo del sentido común. Una sociedad democrática se rige por leyes y normas que son legales, conocidas y comunes a todos los ciudadanos, que con ellas ejercen sus derechos y cumplen sus obligaciones.

Todos somos minorías en esta sociedad plural y compleja, lo que hace más necesario el tener normas iguales para todos. Nada de sharía o torá para los temas familiares de los que profesan esas religiones, nada de ley gitana para efectos administrativos, nada de códigos ancestrales para cuestiones de honor, todos los ciudadanos son iguales ante la ley. Las actitudes paternalistas son impropias de países democráticos donde los órganos de gobierno no son padres de nadie, pero en los que la ley es soberana de todos.

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