La Gendarmería de Mauritania cometió errores en el rastreo
Nunca se tardó tan poco en dar la voz de alarma tras constatar, en el Sahel, la desaparición de ciudadanos europeos. Apenas transcurrió un cuarto de hora entre el momento en que los tres cooperantes catalanes pidieron ayuda y el desencadenamiento de la alerta, el 29 de noviembre, en esa carretera de Mauritania a 170 kilómetros al norte de la capital.
Aún así el todoterreno en el que les introdujeron a la fuerza los terroristas de Al Qaeda no pudo ser localizado. Las fuerzas de seguridad mauritanas se desplegaron por el área e intentaron cortar los pasos hacia el vecino Malí donde se suponía que los terroristas iban a trasladar a sus víctimas.
Omitieron, sin embargo, seguir las huellas del vehículo en la arena del desierto. "Si no hay una tempestad de arena se puede hacer de día, pero también, despacio, de noche", asegura una fuente local. "Se avanza lentamente, pero en la misma dirección que los terroristas", añade. "Se puede además orientar a los medios aéreos sobre la zona que deben rastrear".
El presidente de Mauritania, el general Mohamed Ould Abdelaziz, prometió a la delegación española que recibió, encabezada por el secretario de Estado Josep Puxeu, "volcarse" en perseguir a los secuestradores. No tuvo éxito.
Por eso destituyó, tres días después del secuestro, al general Ahmed Bekrine, el jefe de la Gendarmería, el cuerpo desplegado en la zona rural donde se produjo el apresamiento.
Para Mauritania el secuestro es una catástrofe. Es un golpe mortal para una pequeña industria turística que empezaba a recuperarse -el touroperador francés Point Afrique reanuda sus vuelos chárteres este mes- tras el mazazo que supuso, en 2008, la anulación del rally París-Dakar que cruzaba el país.
